Cesare Lombroso fue un médico italiano del siglo XIX, fundador de la Escuela de Criminología Positivista, que se hizo famoso por sus teorías sobre las causas de la criminalidad. El aspecto más conocido de sus obras es su concepción del delito como resultado de tendencias innatas o de orden genético en las personas, considerando que los delincuentes habituales podían distinguirse empíricamente del resto de la población por sus rasgos físicos o el tamaño de su cráneo, mandíbula, orejas u otros órganos de su cuerpo.
Las peculiares teorías de Lombroso, que tuvieron gran difusión, fueron luego criticadas por la precariedad de su método científico y por sus relaciones de causalidad escasamente fundadas, siendo superadas ya entrado el siglo XX por doctrinas criminalísticas bastante más sofisticadas, basadas en metodologías no sólo apoyadas en la observación de rasgos corporales. Pero hete aquí que sorpresivamente -y ya bien entrado el siglo XXI- le ha aparecido a orillas del Mediterráneo una alumna aventajada al controvertido doctor italiano. Sonia Vivas se llama la criatura, y es actualmente Concejal de Feminismo, Justicia Social y LGTBI del Ayuntamiento de Palma de Mallorca.
Sonia Vivas escribió el 9 de noviembre un tuit que ha dado varias vueltas a España, y que decía literalmente así: “Los hombres con penes pequeños suelen ser más beligerantes. Se debe a que el mandato patriarcal valora mucho el tamaño de los genitales masculinos y asocia esa medida a la idea de potencia y fortaleza. El que no cumple, suple con violencia su carencia”. Y luego se adornó con más detalles, explicando que “el mandato patriarcal sobre la masculinidad como potencia se circunscribe al tamaño del falo. Se ve de manera clara en las películas pornográficas. Penes enormes, mejores cuanto más grandes. De esa construcción social emanan muchas frustraciones masculinas”. ¿Quién le iba a decir al fallecido criminólogo veronés que una estrambótica Concejal de Palma le iba a remover en su tranquila tumba en el año 2020? El tipo debe estar dando saltos dentro del ataúd, porque semejante reivindicación de sus peregrinas teorías, hecha 111 años después de su muerte, causa un enorme subidón a cualquiera.
La peculiar Sonia Vivas es una antigua policía local y hoy política de Podemos -de origen catalán- que, según la biografía que de ella publica el propio Ayuntamiento de Palma, es “experta en ciencias forenses” (de ahí debe venir, sin duda, su entronque intelectual y escolástico con Cesare Lombroso). Además, ha “liderado la Unidad de Atención a los Delitos de Odio de la Policía Local en Palma”, “formó en Derechos Humanos a la Policía Federal de Medellín, Colombia”, “colaboró en el Proceso de Paz colombiano” y “ha sido policía de la unidad nocturna de la Policía Local de Palma durante trece años”. También es, según indica su biografía oficial, “activista social, feminista y mujer lesbiana”.
Sinceramente, amigos lectores, asusta pensar que una persona que mantiene en público de forma reiterada una opinión tan despectiva, chusca y primaria sobre el género masculino pueda liderar unidades que atienden delitos de odio, formar en derechos humanos o colaborar en procesos de paz. Y que además, siendo quién es -y utilizando ese lenguaje casi ininteligible de las feministas radicales- proporcione argumentos facilones a los machistas recalcitrantes para que puedan también explicar burdamente ciertos rasgos del carácter o de la personalidad femenina atendiendo al tamaño o la disposición de sus propios órganos. La verdad es que con su teoría sobre el tamaño de los penes Sonia Vivas demuestra escasa inteligencia, y da verdadera pena.
Alguien debería explicar a muchos políticos actuales -que parecen haber extraviado la poca vergüenza que traían de fábrica- que hacer el ridículo de esta manera resulta lamentable. En tiempos pasados, la gente se pensaba muy mucho las declaraciones que hacía en público y la imagen que iba a transmitir con ellas. Hoy, las redes sociales permiten telegrafiar al mundo la primera gilipollez que a algunos se les pasa por la cabeza y, cuando son pillados, encima se reafirman y se ofrecen para dar “charlas y talleres”, como ha hecho esta singular política podemita. Muchos personajes públicos no exhiben sentido del ridículo ni neuronas suficientes para calibrar las consecuencias de sus actos que, emanando de personas con responsabilidades políticas, tienen una mayor relevancia social. Antes la gente estúpida hacía el ridículo en las charlas con amigos o en las barras de los bares. Hoy lo hacen “urbi et orbi” por internet.
Una de las respuestas magistrales, de entre las muchas que ha generado el dislate de Sonia Vivas, vino del periodista radiofónico Carlos Herrera, quien después de preguntarse si esa opinión sería debida a su conocimiento del líder de su partido Pablo Iglesias, y podría ser una explicación a su permanente estado de irascibilidad -recordando cuando escribió que azotaría hasta hacerla sangrar a la periodista Mariló Montero– acababa afirmando que no era el tamaño de los penes lo que había que medir. Y concluía diciendo: “a ver si hacemos un estudio del tamaño de los cerebros, aunque algunos ya intuimos las conclusiones”. La verdad es que, haciendo honor a la Vivas, y usando la habitual terminología de las feministas radicales -con ese característico y reiterativo desdoblamiento de géneros- aquí no deberíamos haber hablado solo de “penes”, sino también de “penas”. Pero no refiriéndonos al miembro (o “miembra”) del cuerpo de nadie. Sino a la pena que nos da a los palmesanos tener una Concejal que muestra a todo el mundo este patético nivel.
Siguiendo el ejemplo jocoso de Carlos Herrera, y para concluir este asunto con un poco de humor -aunque el tema es bastante serio- no se me ocurre nada mejor que recordarles -como hizo hilarantemente en Twitter mi buen amigo y compañero de este medio Gabriel Le Senne– que “yo soy un tipo muy pacífico. Ahí lo dejo…”. Esto es lo que hay, amigos. Y estos personajes tan penosos (de pena, no de pene) son los que hemos colocado al frente de nuestras instituciones. Compartiendo el carácter pacífico de Gabriel, aquí lo dejo yo también…
Por Álvaro Delgado Truyols
CARMEN
Excelente artículo, Álvaro. Un gusto leer razonamientos como el suyo con tanto acierto y elegancia. Enhorabuena por el estreno de su blog.
Es deplorable que un sueldo público sirva para tener en nómina a «expertos» de este nivel y se subvencionen talleres y charlas de este tipo.
Álvaro Delgado
Muchas gracias Carmen. Se ha estrenado como comentarista del blog. Un placer para mí
Ana M.Homar Ferrer de Sant Jordi
Hay que hablar claro y con total seriedad.Esta..lo que sea,si tuvieran dignidad y verguenza ya la habrian hecho dimitir….los de su partido.Mientras,asistimos asqueados ,doloridos,sorprendidos …a soportar tanta poca verguenza,tanta estupida ignorancia y tanto odio profundo.Y ahi sigue:cobrando y pavoneandose.¿vamos a espabilar alguna vez?
Álvaro Delgado
Muchas gracias Ana María. Un placer encontrarte por aquí. Tienes mucha razón. Estamos en las peores manos posibles. Y encima se regodean…. Y la gente esta anestesiada ante el espectáculo. Una pena.
Un abrazo a todos