La degradación de la democracia española ha alcanzado el extremo increíble de pagar a gente para que nos insulte. Y no mediante redes sociales o desde una manifestación callejera, sino a lengua suelta y con anuencia de las autoridades desde la sede de nuestra soberanía nacional.
Tras el fiasco impresentable de la Ley del “sólo sí es sí”, caprichito de cuatro ignorantes de Podemos que produjo la salida de más de mil abusadores sexuales a la calle, el nuevo planteamiento de la negociación entre el Gobierno y Junts para sacar adelante la polémica Ley de amnistía es reformar el Código Penal, reduciendo el ámbito objetivo de los delitos de terrorismo. Y así lograr evitar la imputación a los independentistas catalanes protagonistas de actos violentos por este tipo de delitos que Europa jamás considerará como amnistiables.
Entrevista a Álvaro Delgado, vicedecano del Colegio Notarial de las Islas Baleares
Una mayoría de la opinión pública internacional, incluyendo a reconocidos periodistas españoles de medios no considerados “de izquierdas”, muestra un sesgo creciente de demonización de las ideas de la derecha liberal. Cualquier personaje público que hoy defienda postulados no encajables en el relato socialdemócrata estándar resulta inmediatamente calificado como peligroso “ultraderechista”, sin atender a matices ideológicos o a las particularidades de su discurso.
El Primer Ministro de Portugal, el socialista António Costa, dimitió de su cargo en 2023 al ser implicado en un asunto de corrupción tras una investigación iniciada por la Procuradoría Geral da República (equivalente a nuestra Fiscalía General del Estado), que instó la detención de su amigo Diogo Marceda y de su Jefe de Gabinete Vítor Escária -involucrados en concesiones irregulares de extracciones de litio e hidrógeno-, e incluso el registro por la policía de la residencia del Primer Ministro.
La inmigración masiva y descontrolada es un problema complejo que presenta escarpadas aristas en las que pocos medios y opinadores quieren entrar, contagiados de esa nefasta corrección política que impone el wokismo dominante para evitar molestas cancelaciones y facilitar el acceso a las prebendas que proporciona el poder. Pero aquí por un lado va la opinión de los medios -especialmente los de la izquierda oficial- y por otro la preocupación de la sociedad. Y eso es lo que está sucediendo estos primeros días del 2024 en la ciudad de Palma.
Juan Luis Cebrián, ex director de El País, y Arcadi Espada, columnista de El Mundo, debatieron hace poco en la sede de The Objective sobre la crisis de la prensa, que hoy vive tiempos turbulentos. La revolución digital en la que estamos inmersos, aún más trascendente que la invención de la imprenta según opinó Cebrián, ha desencadenado una competencia torrencial de las redes sociales, de forma que los medios de comunicación han dejado de ser la principal fuente de información de las personas en el siglo XXI.
La polarizada situación política de la España actual se parece a la de octubre de 1934, aunque sin tiros ni violencia física. En ese desafortunado año, el PSOE y la UGT, acompañados por PCE, CNT, FAI y los nacionalistas, se sublevaron en armas -principalmente en Asturias y Cataluña- contra el Gobierno de la Segunda República presidido por Alejandro Lerroux. La “idílica” democracia republicana, instaurada pacíficamente tras las elecciones municipales del 14 de abril de 1931 que supusieron el abandono de España del Rey Alfonso XIII, vino a ser saboteada por los principales partidos que contribuyeron a su creación, con un papel destacadísimo del PSOE de Largo Caballero e Indalecio Prieto, máximos responsables de la llamada “Revolución de Octubre”.
La imparable decadencia intelectual y moral de la sociedad española está alcanzando, a pasos agigantados, al tradicional ámbito de las felicitaciones de Navidad. Hoy parece constituir un problema, que altera sobremanera a los muchos “ofendiditos” que pululan de forma creciente por nuestro complejo mundo patrio, felicitar las fiestas navideñas con la reproducción de un nacimiento o con cualquier imagen religiosa que nos recuerde por estas fechas nuestro innegable origen cristiano.
El detallado retrato que el historiador romano Suetonio (“Vidas de los Doce Césares”, publicado hacia el año 121) nos dejó de la vida del emperador Calígula se compone de dos partes perfectamente diferenciadas. Y así las distingue su autor: “Hasta aquí Calígula como emperador; ahora debemos hablar de su carrera como un monstruo”.