He tenido ocasión de viajar recientemente a Nueva York, justo en las vísperas de la toma de posesión del nuevo Presidente norteamericano Donald Trump, personaje omnipresente en la ciudad, pues su apellido aparece en los rótulos de multitud de edificios a lo largo y ancho de Manhattan. Y una de las cosas que me había impuesto hacer, en un lugar que ofrece tantísimas alternativas, era visitar el Memorial y el Museo dedicados a las víctimas de los atentados de las torres gemelas, que fueron inaugurados por el Presidente Obama en mayo de 2.014.
¿Conocen ustedes, amigos lectores del blog, a alguien que no sea especialista y se atreva a publicar montones de páginas, o a impartir doctrina a diario en toda clase de medios de comunicación sobre física cuántica, cirugía laparoscópica o resistencia térmica de materiales? No, ¿verdad? Eso le parecería a todo el mundo una osadía imperdonable. Pero…. ¿Cuántos legos escriben o se explayan a diario sobre Derecho sin conocerlo en profundidad y sin que su actividad resulte chocante o llamativa? Se cuentan por millones. Un breve estudio de este curioso fenómeno y de sus nocivas consecuencias es el objeto del presente post.