Dada la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas, y por si quieren tenerlo en cuenta antes de depositar concienzudamente su voto, voy a realizarles un balance esquemático de la legislatura que termina. Serán dos entregas críticas, analizando la gestión tras el humo de los gestos y la cargante propaganda mediática tan frecuentes hoy en día. Comenzamos examinando la trayectoria del Ayuntamiento de Palma.
“Homo sapiens” es la denominación científica utilizada para identificar a los seres humanos, especie del orden de los primates perteneciente a la familia de los homínidos compuesta por animales sociales con altas capacidades mentales, que les permiten hablar, inventar y aprender conceptos abstractos. El nombre es una expresión latina que significa “hombre sabio”, y los científicos actuales -entre ellos, la eminente paleoantropóloga española María Martinón-Torres– consideran que pueblan la tierra desde hace 315.000 años (según vestigios encontrados en el Sáhara marroquí), aunque las evidencias más claras cuentan con 165.000 años de antigüedad (restos indubitados hallados en Sudáfrica y Etiopía). En cualquier caso, las pruebas más remotas de población humana se concentran todas en África.
Debe ser que los delincuentes, tanto los que sustentan habitualmente al Gobierno como los que se benefician con euforia de sus desafortunadas medidas, representan hoy en España un segmento electoral interesante. Porque, de lo contrario, no se explica que un tipo como Pedro Sánchez, tan alérgico a la buena gestión como yonki del poder y adicto a la propaganda, elabore tantas normas en su favor.
Los negocios costeros de Baleares, junto a otros situados a lo largo del extenso litoral español, se están viendo afectados por una norma reciente que les ha asaltado como elefante en cacharrería. Centenares de establecimientos hosteleros y de restauración, apreciados y disfrutados durante años por todos los ciudadanos, corren hoy serio peligro por una caprichosa normativa estatal que puede acarrear su desaparición. Cuando, además, son quienes mantienen limpias las playas, proporcionan refresco y aseo a los bañistas, y emplean a gente del lugar.
Se ha conmemorado en estas fechas un acontecimiento muy señalado de nuestra historia reciente. El 14 de abril de 1931 fue el día de la proclamación de la Segunda República española, tras las elecciones municipales celebradas dos días antes y el abandono voluntario del país por parte del Rey Alfonso XIII, debido a la presión popular. Una fecha muy ensalzada por unos, pero denostada por otros -pues, en definitiva, supuso una subversión no violenta de la legalidad constitucional- que muy pocos, los menos desnortados por el maniqueísmo pueril que caracteriza la sociedad actual, han examinado con el necesario sosiego y profundidad.
El nacimiento y la muerte constituyen los dos extremos que delimitan el camino de nuestra vida terrenal. Uno nos suele sorprender inundado de alegría, la otra atropella siempre envuelta en tristeza y desolación. Pero, a veces, algún recodo inesperado de ese sinuoso trayecto de la vida nos abre una visión panorámica que permite contemplar ambos extremos. Eso me sucedió a mí justo el pasado lunes, celebrándose el Lunes Santo en nuestra vieja tradición cristiana.
Esta columna va dedicada a la memoria de mi tía Gloria Erasmo, una de mis más fieles lectoras y comentaristas.
Nunca alcancé a imaginar que el desempeño de un cargo político pudiera producir tan serios estragos en profesionales con una acreditada reputación. Algo que sí podría esperarse de esos abundantes mindundis que jamás han ganado un dónut lejos del calor de su partido, quienes jamás decepcionan a nadie pues nadie esperaba de ellos más que obediencia y sumisión. Pero no era algo previsible en un antiguo Magistrado de la Audiencia Nacional, con importantes méritos reconocidos en la compleja lucha contra ETA.
El profesor Ramón Tamames conserva -a sus 89 años- un ego tan poderoso que decidió impartir una conferencia en el mayor salón de actos que le fuera posible. Tras una pintoresca trayectoria política y una exitosa carrera académica, con el estímulo cómplice de Santiago Abascal y Fernando Sánchez Dragó, eligió para su última lección magistral el hemiciclo del Congreso de los Diputados, un martes en hora punta y con todos pendientes de la televisión. Un olé por el veterano catedrático y sus casi nonagenarios bemoles, de tamaño equivalente a su legendaria y cultivadísima autoestima.
Todos los integrantes del género humano, como también sucede en el mundo animal, somos esencialmente diferentes. No existen dos seres humanos idénticos en rasgos físicos, carácter, capacidades o aptitudes, ni en los casos de hermanos gemelos. Es éste un hecho evidente, que no tiene por qué generar dramas ni consecuencias indeseables. Nuestra enorme diversidad nos aporta una gran variedad y, en el fondo, una importante riqueza. Una especie integrada por seres clonados constituiría un horror indescriptible.
La Ley de Memoria Democrática, aprobada en octubre de 2022, establece en su artículo 16.1 que “corresponderá a la Administración General del Estado la búsqueda de personas desaparecidas durante la Guerra y la Dictadura, sin perjuicio de las competencias de otras Administraciones públicas relacionadas con dicha actividad”. Dicho precepto legal responde a la loable pretensión de impulsar la búsqueda de víctimas desaparecidas desde nuestro conflicto civil, actividad que cualquier persona sensata considerará apropiada para reparar a las familias que aún desconocen el paradero de algunos seres queridos.