Unas declaraciones del presidente del PP Pablo Casado -en el reciente congreso regional de su partido- relativas a que “en Baleares no se habla catalán, sino mallorquín, menorquín, ibicenco y formenterenc” han abierto la caja de los truenos sobre el tema de la unidad de la lengua catalana. Conocidos personajes, muchos largamente vinculados personal o profesionalmente a Cataluña, junto a numerosos anónimos pobladores de las redes sociales, se han apresurado a despellejar al político popular.

Los argumentos son los habituales: ataques “ad hominem”, acusaciones de ignorancia y reproches de intrusismo. Que es un facha, que no tiene pajolera idea, que cómo se atreve un foraster –sin ser filólogo catalán- a hablar sobre este tema, y un largo etcétera de exabruptos exclusivistas. Para los defensores de la unidad del catalán, solo ellos pueden hablar del tema. Esa es su tolerante actitud, aunque luego ejercen su libertad para pontificar habitualmente sobre muchas otras cuestiones –por ejemplo para dar lecciones legales o constitucionales- sobre las que demuestran un dominio mejorable.

Les aviso de que no voy a entrar en la polémica de fondo, que me parece ya demasiado trillada. Me interesan bastante más algunas cosas chocantes que se vislumbran en el entorno de la enconada cuestión principal. Por ello, hoy me daré una vuelta por los recovecos menos visibles de este ardoroso debate, donde, iluminándolos con la razón, encontraremos curiosidades sorprendentes.

Para los defensores de la unidad de la lengua catalana, el asunto es una cuestión filológica, y son los filólogos –habitualmente todos de la misma cuerda ideológica- los únicos que pueden opinar. Aunque ese peculiar criterio presenta una contradicción importante. Y es que, a la inmensa mayoría de la gente, las opiniones de los filólogos les importan un pimiento. ¿Por qué, entonces cuando alguien como Pablo Casado  -en el ejercicio de la libertad de expresión que todos tenemos- da una opinión sobre esta materia -sea acertada o no- saltan muchos como pumas a su cuello para despellejarle? ¿Simplemente para defender el criterio de unos filólogos? Parece que los filólogos catalanes tienen más hooligans que Shakira, Messi o Cristiano Ronaldo. Cosa que no se cree realmente nadie.

Hay, además, otra cuestión. Si el tema de la unidad de la lengua catalana fuera un asunto exclusivamente filológico que, por motivos sorprendentes, suscitara pasiones populares, ¿por qué no sucede algo igual en otros lugares del mundo? ¿Y ni siquiera en otros lugares similares de España? Por razones familiares, he disfrutado durante décadas de una estrecha vinculación con Galicia. ¿Por qué entre Galicia y Portugal, territorios vecinos, no existe ninguna polémica lingüística acerca de la unidad o diversidad del idioma? Tengan en cuenta que el gallego y el portugués son lenguas hermanas, con un indiscutido tronco común documentado desde la Edad Media, y que presentan entre sí identidades muy similares a las que exhiben las variantes regionales que proceden de la lengua occitana (catalán, valenciano, mallorquín, menorquín, ibicenco, formenterés….).

Luego, comparando con esa situación tan cercana, deberíamos descartar que las opiniones filológicas causen pasiones desbordantes. Las pasiones de los españoles están mayoritariamente originadas por el deporte, por la política o por la hora de apertura de los bares, pero en ningún caso por la filología o por los etéreos debates teóricos de científicos o lingüistas. Entonces, ¿por qué cuestionar la unidad de la lengua catalana, justo solo de esta lengua y no de las demás, a algunos les crispa tanto?

Ver a notorios economistas, escritores, funcionarios y activistas despreciar a los “intrusos” y reclamar competencias exclusivas para la comunidad filológica catalana a la hora de hablar sobre la unidad de esta lengua no deja de sorprender. Porque luego les parece normal que opinen continuamente sobre los Tribunales, la Constitución y las Leyes tipos y tipas que no saben Derecho. O sobre las vacunas personas que no saben de salud o de Medicina.

Aquí, señores, existe gato escondido. Porque, además, los filólogos catalanes fomentan en nuestras escuelas una estandarización y una supresión de las modalidades insulares (si escribes “jo som” en lugar de “jo sóc” en un examen te ponen falta) que no se corresponde con la defensa del habla regional que, por puro interés lingüístico, deberían proteger. Como en Argentina sus filólogos no marginan a nadie por usar el “vos,” el “pibe” o sus demás términos tradicionales.

La única explicación posible es que esas acaloradas opiniones encubran una intención puramente política. Que encima no se quiere manifestar. Porque si lo dijeran, y jugaran con las cartas boca arriba, tendríamos mucho ganado. Entre Galicia y Portugal no existen tensiones idiomáticas porque ni los portugueses quieren colonizar Galicia ni los gallegos aspiran a integrarse en Portugal. Así de claro. Por eso, los filólogos galaico-portugueses trabajan en paz, aburridos como un oso panda, sin que nadie se meta con su trabajo.

En el diario Menorca apareció recientemente una carta del catedrático emérito de filología francesa Julio Murillo Puyal, veraneante en Ciutadella desde hace 45 años, que decía verdades demoledoras sobre esta discutida materia. Entre otras, que había leído críticas (citaba al economista Guillem López Casasnovas) con descalificaciones ad personam y escasas de argumentos; que él mismo conoció y trabajó muchos años con la filóloga Aina Moll, que siempre le manifestó su respeto por las opiniones de su padre Francesc de Borja Moll sobre la especificidad de la “llengua de les Balears”; y que incluso le dijo personalmente que había que defender las modalidades insulares, e incluso el castellano, ante ciertos ataques injustificados, de la misma forma que hacía con el catalán. El sensato catedrático finalizaba diciendo que “el problema de las lenguas no está en sus funciones de comunicación (que las cumplen todas de manera satisfactoria), ni en sus propiedades o en su valor afectivo; está en el uso político que algunos quieren darles desde el siglo XIX”:

Por ello, defensores de la unidad, opinen lo que les plazca pero no nos mareen con artimañas científicas o filológicas. Esto va de otra cosa. Y ustedes lo saben. Por favor, no nos engañen más.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 9 DE AGOSTO DE 2021.

Por Álvaro Delgado Truyols