Las terribles inundaciones de Valencia han revelado al pueblo español no solo el talante personal de nuestros mandatarios, sino la opuesta actitud política de Gobierno y oposición. Así, mientras Mazón se cocinaba en el caldo de su incompetencia -no muy diferente a la que hubieran mostrado la gran mayoría de dirigentes políticos españoles, colocados por los partidos no por su inteligencia, carácter o experiencia gestora- Sánchez vislumbró desde el principio una macabra oportunidad para intentar hundir a sus rivales aprovechando los muertos. Algo que, con exitosos precedentes en el 11-M y secuelas en la pandemia, se ha convertido en un clásico de la estrategia política del PSOE.

Descolocado en todo este asunto ha quedado Alberto Núñez Feijóo. Ante tan importante ocasión para mostrar a los ciudadanos una alternativa prometedora al desinterés gestor de Pedro Sánchez, solo pudo exhibir perfil bajo e indecisión. No muchos españoles imaginan a Feijóo como el líder que precisa un país tambaleante, y menos como alguien capaz de expulsar al presidente del nido de autoritarismo, subasta de apoyos, colonización institucional y corrupción en el que ha convertido el Palacio de La Moncloa.

Tres graves carencias ha mostrado el PP cuando era más necesaria su presencia. La primera, la defectuosa gestión de Mazón y su paupérrimo equipo de gobierno, sumada a la parálisis durante días cruciales de toda la cúpula nacional, que podría haber asumido mayor protagonismo estando Sánchez en la India, Ribera en Bruselas y los máximos mandatarios de la AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar viajando por Iberoamérica. Feijóo pareció contagiado de esa pachorra mítica de Rajoy“eshto esh un lío deshcomunal”– y perdió una oportunidad única de aparecer como el líder alternativo que la España ahogada en barro necesitaba.

La segunda, una renovada exhibición de su legendaria torpeza comunicativa. A su vuelta de Bollywood, donde fue agasajado con esos honores de jefe de estado que le fascinan, Sánchez ya había diseñado un maquiavélico relato para ganar la partida a la oposición, a la que -con el nutrido coro de sus subsidiados apoyos mediáticos- masacró en una precocinada manifestación en Valencia tras haber declarado ”si necesitan ayuda que la pidan”. No había tenido empacho en destinar el día siguiente de la tragedia a aprobar en el Congreso el nuevo Consejo de RTVE, mientras Armengol suspendía por la DANA la sesión de control al Gobierno. Mientras el PP, que tenía varios balones botando, seguía sin rematarlos desaprovechando las evidentes lagunas y las abundantes trampas del relato oficial. Solo fue respaldado por comunicadores aislados, sin coordinación y de forma irregular.

Y la tercera, su falta de coraje político por complejos nunca superados. Mientras Sánchez exhibía su cobardía personal, huyendo desmadejado de Paiporta ante la gallardía de los Reyes, Feijóo y el melifluo portavoz Borja Sémper -retrato de lo guay e insulso que pretende ser el PP- pretendieron hacer pasar su apatía política por planificación estratégica. Carentes de un equipo alternativo y de colmillo competitivo, aflojaron la presión a Sánchez, algo que han tratado de corregir dificultando el nombramiento como vicepresidenta europea de la incompetente Teresa Ribera, que paró por su coste y las leyes medioambientales de Ximo Puig las reformas del barranco del Poyo.

Siento la decepción de Feijóo, un político de otra época que sí exhibe paciencia, talante y una cualificación muy superior al sátrapa que nos gobierna. Pero un mundo polarizado demanda líderes carismáticos. Miren lo que ha sucedido en USA. Hoy no motiva a la gente apoyar a corderos para sustituir a lobos. Pocos encumbrarán con entusiasmo a quien gusta habitualmente mostrarse como el gris encargado de una gestoría.

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 18 DE NOVIEMBRE DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols