En un acertado artículo, titulado “Fútbol y filigranas intelectuales”, explicaba Laura Miró como el intelectualismo, desde su permanente superioridad moral, siempre ha despreciado ese deporte en el que “veintidós jugadores corren en paños menores detrás de una pelota”. Y añadía que ese desprecio se había transformado, durante la reciente Eurocopa de Alemania, en una alarmante politización, con la intervención incesante de personajes -tanto políticos como comunicadores- que han tratado de arrimar actuaciones de equipos o declaraciones de jugadores a sus intereses particulares del momento.
Pero esa justicia divina que tutela a los héroes del deporte ha conseguido que toda esta burda politización les salga muy mal. Pese a denodados esfuerzos de odiadores de la unidad de España (que desprecian a Unai Simón por ser hijo de un Guardia Civil), de obsesivos combatientes de la extrema derecha (exacerbados por las declaraciones de algunos jugadores franceses) o de permanentes agitadores de reivindicaciones raciales (enardecidos por los éxitos de Nico Williams o Lamine Yamal) “La Roja” ha unido a los españoles hasta extremos que ninguno de ellos podía imaginar. Una interminable marea de camisetas rojas ha invadido todo el país desde Santander hasta Tarifa y desde Coruña hasta Cartagena. Y nunca antes tantos jóvenes habían celebrado los triunfos de la selección en plazas y bares de Cataluña o el País Vasco.
Jódanse, intelectualillos de tres al cuarto. Nada hay de incompatible entre amar este deporte y cuidar debidamente el desarrollo intelectual, como nos demuestra el jovencísimo Lamine Yamal, estrella emergente del fútbol moderno que acaba de aprobar, con toda solvencia, su etapa de la ESO. Aparte de que el fútbol, como dijo Milan Kundera, “es un pensamiento que se juega, y más con la cabeza que con los pies”. Qué mala es la envidia de quien nunca ha podido destacar ni con una ni con otras. Por eso tienen que dedicarse a lanzar sus detritus desde esas poltronas que generosamente les ha proporcionado -a costa de todos nosotros- su patética mediocridad.
Tres intervenciones públicas recientes han resultado muy reveladoras de la triste instrumentación que se ha pretendido hacer del fútbol durante la Eurocopa de Alemania. Dos de representantes políticas y la otra de una periodista. La primera fue de Irene Montero, felicitándose en un video que colgó en las redes sociales de que los dos goles de España. en la victoria en semifinales ante Francia, los hubiesen marcado “dos jugadores racializados”. Uno era Lamine Yamal, nacido en Esplugues de Llobregat, de padre marroquí y madre ecuatoguineana. Pero el otro fue Dani Olmo, nacido en Terrasa, de padres españoles, y… rubio de ojos claros. Abochornada ante el pitorreo general, la ignorante ex ministra tuvo que borrar rápidamente el video de las redes sociales.
La periodística fue protagonizada por la presentadora Susanna Griso. Ansiosa por abrir el melón del racismo, tan en boga en la opinión pública actual, preguntó al dueño del bar al que habitualmente acude la familia de Lamine Yamal (donde está colgada la camiseta del día de su debut en el Barça) si el jugador había sufrido en su barrio actos de discriminación racial. La contestación del restaurador fue genial: “sí, especialmente de marroquíes, cuando decidió jugar con España y no con Marruecos, porque lo consideran una traición a su país”.
En Baleares, la vitriólica Catalina Cladera no dejó pasar la ocasión de aportar su cuota de ridículo. Escribió un tuit en el que decía que “ni Lamine Yamal ni los hermanos Williams jugarían la final si la política social la gestionasen los socios del PP”. Alguien debería explicarle que, ni bajo una república bananera vitalicia del PSOE, Iñaki Williams -el hermano mayor de Nico– hubiera podido jugar la final. Desde 2022 juega en la selección de Ghana, el país natal de sus padres.
Como ven, los idiotas que nos rodean no van a poder con el fútbol, del que no tienen ni zorra idea, aunque lo utilicen para machacarnos con sus obsesiones. El fútbol, aparte de unir un país, representa una escuela de vida, donde triunfan el esfuerzo, el talento y la preparación. Y se muestra, pese a sus defectos, impermeable a la estupidez y a los tristes muros que algunos pretenden levantar entre los españoles.
PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 15 DE JULIO DE 2024.
Por Álvaro Delgado Truyols
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