La Presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, ha decidido acabar con su prestigio a puntapiés. Y por partida múltiple, en un ejercicio político-futbolístico que no superaría ni su idolatrado Leo Messi. Pateó reiteradamente la Constitución cuando decretó el cierre parlamentario y sancionó dos estados de alarma y una cogobernanza con las Comunidades Autónomas, declarado todo inconstitucional por nuestro más alto Tribunal. Luego vino la sentencia por la patada -literal- a un policía del diputado de Podemos Alberto Rodríguez, que le supuso una condena firme del Tribunal Supremo por atentado contra la autoridad. Rodríguez fue condenado a una pena de prisión con la pena accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo (ser elegido para un cargo público) durante la condena. Aunque en la propia sentencia se acordaba la posible sustitución de la pena de prisión por una multa económica, ello no afectaba a la pena accesoria de inhabilitación.

Después vinieron las patadas -en sentido metafórico- que la Mesa del Congreso, presidida por Batet -quien, sabiendo cómo acabaría el asunto, según han demostrado las actas de la reunión, dio alas a Podemos- propinó a la sentencia del Supremo tratando de saltarse la inhabilitación para que Rodríguez siguiera cobrando su sueldo de diputado. Lo que viene a representar al sanchismo en estado puro: todos los poderes del Estado sometidos a los intereses del líder supremo, con sus lacayos trapicheando para que así sea. Hasta que Manuel Marchena tuvo que ponerles en su sitio y Meritxell reculó, dado el precedente de su encarcelada colega catalana Carme Forcadell.

Lo curioso es que Batet ejercía antes como Profesora de Derecho Constitucional de la Universidad Pompeu Fabra. Y eso puede significar sólo dos cosas: o que obtuvo su plaza mediante el peculiar método de estudio con el que aprendieron la Constitución los separatistas catalanes, que la entienden toda al revés; o que sus tragaderas políticas y personales se han vuelto proporcionales a su conocida melena rizada.

En cualquiera de los dos casos, Meritxell está haciendo un ridículo espantoso, como política y como jurista, poniendo la tercera autoridad del Estado al servicio de múltiples maniobras ilegales. Y, tras dar a Rodríguez falsas esperanzas, va a acabar denunciada por Gonzalo Boye, el abogado de Puigdemont, que se ofreció solícito al diputado de Podemos para querellarse contra la Presidenta. Lo que me lleva a reflexionar, una vez más, sobre la capacidad de Pedro Sánchez para abducir a otrora reconocidos profesionales. Lo ha conseguido con Magistrados (Marlaska, Campo, Llop), con Catedráticos y Profesores (Tezanos, Calvo, Batet), y también con cualquier cándido progresista que se le pone delante. Todos desprestigiados y convertidos en esbirros de usar y tirar, que es como siempre acaban cuando dejan de serle útiles.

Un caso paradigmático fue el que afectó al anterior Ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Se ha escrito que el Magistrado andaluz se encontraba un fin de semana de julio en una playa cercana a Cádiz, cuando recibió una llamada repentina del Presidente del Gobierno. Sánchez le comunicaba -sin anestesia ni aviso previo- que le cesaba en su cargo por su fulminante remodelación ministerial. Y Campo le preguntó: “¿puedo saber por qué me cesas Presidente, si me he limitado a hacer lo que me has pedido?”. Su pregunta quedó sin respuesta. Conseguidos los indultos a los secesionistas, ya dejaba de ser alguien válido. Algo parecido le sucedió a José Luis Ábalos, con el que Sánchez preparó detalladamente su cambio de Gobierno, sin avisarle maquiavélicamente de que sería uno de los destituidos.

¿Qué puede llevar a profesionales reconocidos a comprometer su trayectoria en manos de un déspota como Sánchez? Eso representa para mí uno de los grandes misterios de la vida pública. Me dirán ustedes que se trata del embrujo del poder, que consigue cautivar el ego de todo ser humano. Pero, en mi modesta opinión, cuando te ofrecen cualquier cargo resulta imprescindible examinar quién te lo ofrece y si lo vas a ejercer en adecuada compañía.

¿Comprarían ustedes a Pedro Sánchez un coche usado? ¿No son conscientes de que este Presidente carece de palabra y de escrúpulos jurídicos o morales? Comprometer una trayectoria vital o un prestigio profesional por un tiempo incierto y en las peligrosas manos del killer de La Moncloa resulta algo tan seguro y confortable como pasear en bikini por una calle de Kabul. Te juegas la lapidación. Pero allá cada uno con su candidez, su vanidad y sus excesos de confianza.

Aunque el problema va bastante más allá que el maltrecho prestigio de la pobre Meritxell. Que ya es bastante mayorcita para saber con quién se la juega. El verdadero drama viene con el deterioro de las instituciones que su actuación está suponiendo. Por un lado, poniendo la Presidencia de las Cortes al servicio de los intereses espurios de una banda de aventureros de la política; y por otro -bastante más preocupante- validando decisiones inconstitucionales que limitan los derechos fundamentales de los ciudadanos, o la doctrina de que un delincuente con sentencia firme puede formar parte del órgano que representa nuestra soberanía nacional.

No creo que alberguen dudas de que si un parlamentario popular, de Ciudadanos o de Vox hubiera sido condenado por agresiones recibiría una campaña demoledora para eliminarlo política y personalmente. En prensa, redes sociales y otros medios de comunicación. La izquierda parece tener bula hasta cuando comete delitos flagrantes con condena firme. Además, intereses coyunturales del Gabinete de coalición no pueden justificar constantes conflictos entre poderes, ni burdas descalificaciones al Tribunal Supremo, y menos que la Presidenta de las Cortes -de un partido como el PSOE- sea cómplice de ellas.

La Ministra Ione Belarra (Juana Hierbas, en euskera) homenajeó claramente a su apellido acusando al Supremo de “prevaricar” para quitar el escaño a su compañero de partido. No me digan que no resulta llamativo ver a miembros del Gobierno llamando delincuentes a nuestros más altos Magistrados. Pronto veremos al prócer Rufián redactándonos una nueva Constitución de republiquetas. Yo no sé ustedes, pero estoy deseando que vuelva la “casta”.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 1 DE NOVIEMBRE DE 2021.

Por Álvaro Delgado Truyols