Corren malos tiempos para ser lacayo. Tal vez los peores de los últimos años, vistos los escrúpulos que algunos gastan con quienes les han ayudado a alcanzar la púrpura y mantener el sillón. El kilo de esbirro progresista cotiza este verano muy a la baja, especialmente en la zona de Moncloa y sus aledaños madrileños. No iba tan desencaminado con su desprecio de la carne el Ministro Alberto Garzón. Por ello, recomiendo que se lo piensen mucho los ambiciosos desocupados a quienes tienta trabajar en política a las órdenes de desalmados con mucho poder.

El sábado 10 de julio, el matarife Pedro Sánchez -quien dijo que le gusta el chuletón al punto- desenfundó la sierra mecánica y perpetró una matanza de Texas en la mesa del Consejo de Ministros. Salvo los titulares de carteras de Podemos, que viven escondidos en el congelador del tiempo, el Presidente no dejó títere con cabeza en la parte socialista del Gabinete, organizando una sangrienta masacre de las que hacen época. No le ha quedado un amigo en el Ala Oeste de Presidencia, habiendo ejecutado sin pestañear -dos días después de decir en Lituania que no era prioritario hacer cambios en el Gobierno- a las personas más afines que tenía junto a él.

Qué ingrata resulta la actividad política cuando toca ser decapitado. En tiempos de Franco despachaban a los Ministros con una carta y un motorista, pero el actual Presidente entierra a sus ayudantes mandando un tuit. Y, al cabo de unas horas, ni el bedel del Ministerio se acuerda de su cara. Cuando acuden al despacho a meter sus pertenencias en una caja de cartón, han circulado ya tantos comentarios en las redes sociales que su nombre resulta más viejo que el hilo de coser. Hoy se amortiza a la gente en un par de días. Cosas de los tiempos y del ritmo de las noticias en internet.

Qué triste papelón el de la cesante Vicepresidenta Carmen Calvo. Imposible resulta enumerar el aluvión de estupideces que ha dicho en los últimos años para lavar la cara de su señorito, Pedro Sánchez, en las Cortes, en la calle y ante los medios de comunicación. Les confieso que he llegado a sentir por ella vergüenza ajena. Hasta el punto de que, escuchando su deslavazada manera de argumentar, resultaba difícil reconocer en esta infeliz señora a una antigua profesora de Derecho Constitucional. Parecían habérsele escapado las neuronas a borbotones por las cloacas de La Moncloa. Tal vez un cargo complejo, cargado de tensiones, y que desbordaba manifiestamente los talentos que traía de fábrica le dejó las meninges exprimidas como el limón de un gin tonic. En cualquier caso, hasta luego Mari Carmen.

Qué decir del mamporrero José Luis Ábalos, que se despidió de su Ministerio solo y despechado, sin mencionar una sola vez al Presidente, diciendo que se había buscado “una cabeza a la que golpear”. El pobre Ministro de Transportes que había vivido la peor noche de su vida corriendo por Barajas –levantado de la cama por una llamada de Sánchez– escondiendo las 40 maletas que la narcodelincuente venezolana Delcy Rodríguez bajó de su vuelo privado para introducir en varios vehículos de su embajada en Madrid, y que luego tuvo que explicarlo ante los medios, balbuceando hasta siete versiones distintas del incidente, como un patético Torrente de la vida pública española. Se cuenta que Sánchez planificó con él los cambios en el Gobierno sin decirle que sería uno de los sustituidos. De esta triste manera ha acabado su carrera política el aplicado fontanero de los trabajos sucios de su señorito, un Señor Lobo de Pulp Fiction (sin el empaque de Harvey Keitel) al que le han aplicado su peor medicina. Adiós querido amigo, cierra la puerta al salir.

Y qué comentar también de Iván Redondo, personaje rasputinesco que hace un mes se tiraba por un barranco por Pedro Sánchez, y al que su Presidente le ha dejado despeñarse él solito y sin salpicar. Y sin brindarle ni el más mínimo mensaje de gratitud, cariño o agradecimiento. El maquiavélico y poderoso publicista ha visto su petición de ser Ministro recompensada con la motosierra, poniendo luego la guinda el nuevo titular de Presidencia, Félix Bolaños, dejándole el recadito de que ser Ministro es “algo que no se debe pedir ni se puede rechazar”. Fue el tipo que creó, para mayor gloria de Sánchez, “Moncloa Agencia de Publicidad”, y al que su jefe ha arrojado al barranco como un kleenex usado cuando, tras los ridículos de la campaña contra Ayuso y del paseíllo con Biden, ha visto como las encuestas se le ponían como las pendientes del Tourmalet. Hasta nunca, compañero, que te vaya bonito.

Toda esta carnicería, que incluye también a Laya, Campo y el astronauta, contiene un mensaje claro para los advenedizos de la política. Y para todos aquellos trepas que, arrimándose al sol que más calienta, piensan que nunca se van a quemar. Los personajes anteriores, con sus defectos y peculiaridades, se han dejado la piel por Pedro Sánchez. Han sido sus fieles acompañantes y confidentes desde que el aventurero que nos gobierna, con el número de diputados más escaso de todos los Presidentes españoles, decidió embarcarse en la moción de censura contra Rajoy acompañado de separatistas, bilduetarras, podemitas y demás tropa de variopinto pelaje.

Una compleja coalición de Gobierno, con sus cimientos apoyados sobre terreno pantanoso, que garantizaba, en cualquier caso, problemas e inestabilidad. Pero los tres principales cesados aguantaron todas las turbulencias hasta que las encuestas demostraron que la abrasión de Pedro Sánchez resultaba tan fulgurante como su ascenso. La tendencia descendente, manifiesta desde la debacle de Madrid, ha supuesto su ejecución política. Motosierra de Sánchez mediante, a quien solo importa realmente salvarse él.

Por ello, viendo cómo las gasta el señorito con sus viejos amigos y colaboradores, si yo fuera José Félix Tezanos no pasaría el verano excesivamente tranquilo. Tal vez se desayune, el sábado menos pensado, con una cabeza de caballo desangrándose en su mesa del CIS.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 19 DE JULIO DE 2021.

Por Álvaro Delgado Truyols