En uno de los episodios iniciales de la primera parte del Quijote, su protagonista Alonso Quijano regresa apaleado a su aldea tras una inaugural salida frustrante como caballero andante, en la que se enfrentó a un grupo de comerciantes a quienes exigía declarar que su dama era la más bella del mundo sin haberla visto jamás. Viendo el descorazonador resultado de esa primera expedición caballeresca, su sobrina y el ama de la casa piden al cura y al barbero que quemen los libros de la biblioteca, a los que achacan haber secado el cerebro del hidalgo de la triste figura.

El 10 de mayo de 1933, poco después del acceso al Gobierno de Adolf Hitler, la Unión Estudiantil Nacionalsocialista organizó, con la colaboración de las camisas pardas y las Juventudes Hitlerianas -instigadas por el siniestro ministro de propaganda del régimen nazi Joseph Goebbels-, una quema de libros de autores judíos, marxistas y pacifistas en la entonces Opernplatz de Berlín (hoy llamada Bebelplatz), justo delante de la Universidad Humboldt, lo que activó una reacción en cadena de incendio de libros en 21 Universidades alemanas.

Siguiendo esa costumbre pirómana de mentes enajenadas, el pasado lunes 11 de septiembre, durante la celebración de la Diada en Barcelona, un grupo de manifestantes independentistas quemó en público varias banderas y fotografías de un grupo de políticos españoles, entre ellas la de la Consellera de Salut del Govern de les Illes Balears Manuela García. Se supone que la quema de su efigie respondía a la supresión del catalán como requisito para la contratación de médicos en Baleares, medida que el nuevo ejecutivo autonómico de Marga Prohens ha puesto en práctica recientemente para paliar, entre otras cosas, la alarmante falta de profesionales en algunas especialidades de las islas.

Incendiar voluntariamente objetos o imágenes de personas o instituciones que no te gustan pone de manifiesto algunos trastornos importantes, que suelen acercarse a lo patológico. El primero, la preocupante manipulación educativa y las evidentes limitaciones intelectuales de quien piensa que el fuego destruye o amedrenta a sus enemigos reales o imaginados. Quemar algo o a alguien es, simplemente, un acto de estúpidos o fanáticos.

El segundo, la obsesión incurable de quien aspira a solucionar un problema político abrasando públicamente la imagen de sus rivales en lugar de debatir y pactar con ellos. Ello revela, además, la enfermiza visión imperialista de quien se traga, hasta el fondo de la copa, la inmensa trola histórica de la Corona catalano-aragosesa y los “països catalans”.

El tercero, tal vez el más chusco de todos, el autoritarismo supremacista de tipos a quienes les molesta sobremanera que los recientemente elegidos gobernantes de Baleares, amparados en los compromisos asumidos en un programa electoral que ha sido avalado por la mayoría de sus ciudadanos, tomen decisiones propias para lo que consideran el bien de las islas.

En la mente enferma del independentismo, formateada por su nefasta y fanatizada educación, las Islas Baleares no constituyen una Comunidad Autónoma diferente. Son sólo una pedanía playera de Barcelona.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 18 DE SEPTIEMBRE DE 2023.

Por Álvaro Delgado Truyols