Mi columna de la pasada semana, referida a la ejemplar reconciliación producida en Chile entre todos los representantes políticos tras el fallecimiento en trágico accidente del ex presidente Sebastián Piñera, dio lugar a interesantes reflexiones de algunos de mis lectores a través de las redes sociales. Varios comentaristas se preguntaban en qué somos tan diferentes los españoles a los habitantes de un país con el que presentamos muchos vínculos históricos, lingüísticos, culturales e incluso políticos (ambos vivimos en el siglo XX una dictadura militar).

Uno de ellos, político de larga trayectoria, comentó que la diferencia entre los izquierdistas chilenos y sus homólogos españoles está en su capacidad y en sus conocimientos, que les impiden hacer de la polarización y el resentimiento social la base de su mensaje público (cierto es que equiparar el nivel intelectual de Michelle Bachelet o el de Gabriel Boric con el de Sánchez o Zapatero es comparar dos huevos a dos castañas, pilongas ambas). Pero también añadía que los dirigentes políticos son reflejo de la sociedad a la que representan, y que el nivel intelectual y los valores democráticos de nuestros líderes de izquierda son los que sus votantes quieren que sean, y han apoyado hasta ahora en las urnas.

Otro lector habitual, ajeno por completo al mundo político, hacía referencia a la existencia de personas de mala voluntad en la política española. Recordaba la famosa escena de Zapatero con Iñaki Gabilondo, al acabar una jabonosa entrevista televisiva en Cuatro en febrero de 2008, en la que los micrófonos recogieron al entonces presidente, que creía haber terminado la grabación, diciendo al periodista: “los sondeos bien, sin problemas, lo que pasa es que a nosotros nos conviene que haya tensión”. Comentaba el amable lector que a la izquierda española que hoy nos gobierna, no a la de Boric o a la de Nicolás Redondo, le encanta promover el odio y la mentira como armas políticas siguiendo las máximas de Lenin, que hoy aplica también su protegido Nicolás Maduro.

¿Es esa mala voluntad una estrategia coyuntural o una demostración palpable de falta de argumentos y preparación? Los hechos nos hacen inclinarnos por la segunda posibilidad. Asumidas las políticas socialdemócratas (sanidad y educación universales, estado del bienestar, sistema general estatal de pensiones, protección pública de colectivos vulnerables) por casi todos los partidos del espectro público, el socialismo español se ha quedado sin propuestas atractivas diferentes a las de la mayoría de sus rivales. Podríamos decir, de forma coloquial, que la socialdemocracia ha muerto de éxito. Y a la banda de miserables que dirige el PSOE no se le ocurrió nada mejor que intentar ganar elecciones resucitando la guerra civil y asumiendo las más dispares reivindicaciones identitarias. Si ello dinamitaba los consensos de la Transición y la igualdad y solidaridad emanadas de la clásica doctrina de izquierdas que le vayan dando morcilla a los viejos tiempos. Su objetivo actual es demonizar cualquier alternativa para conservar indefinidamente el poder. No son tan diferentes del tramposo venezolano Maduro.

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 09 DE SEPTIEMBRE DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols