Parece que la inmensidad de Madrid y el vértigo originado por las altas instituciones del Estado están convirtiendo en Cenicienta a nuestra vieja Princesa Armengol, ese ensalzado “animal político” que gobernó con actitud sectaria y desbordante incienso mediático las dos legislaturas pasadas en Baleares. Pocos podrán discutir que su gestión en la presidencia del Congreso de los Diputados esté resultando triste y desafortunada, tanto si atendemos a su labor institucional como a sus pobres demostraciones de empaque, preparación para el cargo y categoría personal e intelectual.
Su actuación institucional ha confirmado enseguida nuestros peores augurios. Fue elegida como tercera autoridad del Estado para compensar su derrota electoral y ejercer como felpudo de Sánchez, alfombrando su complejo pacto de investidura y su futuro gobierno con los nacionalistas. Demostraciones de escasa personalidad y humillante sumisión lanar las tenemos en abundancia: su indolente actitud ante las vergonzosas promesas de cargos de muchos diputados electos, la discriminatoria diferencia de trato entre Feijóo y Sánchez a la hora de organizar sus investiduras respectivas (requisitos estrictos y calendario pautado para uno, plazo indefinido y barra libre parlamentaria para el otro), el cierre de la actividad del Congreso durante semanas impidiendo cualquier control al Gobierno en funciones, sus maniobras para elegir a un Letrado Mayor que se pliegue a los requisitos de la amnistía….
Pero la decepción alcanza también a su imagen personal. Fuera de esa mullida zona de confort que le proporcionaban la mágica capa de Superwoman de la Presidencia del Govern Balear y las empalagosas loas públicas de multitud de medios locales -financiadas mediante fichajes de periodistas y generosas subvenciones a los medios con cargo a los presupuestos de la Autonomía insular- Armengol vaga como alma en pena por el ”salón de los pasos perdidos” de nuestro parlamento nacional.
Su torpe aliño indumentario (vestidos de mercadillo y hombros al descubierto presidiendo actos solemnes o sesiones parlamentarias, manoletinas -casi bambas- de purpurina brillante en el juramento de la Constitución de la Princesa de Asturias, rodeada por varones vistiendo chaqué), ampliamente criticado por los medios de la capital, está siendo acompañado por un equivalente aliño intelectual.
Sus palabras ante la Princesa Leonor fueron una demostración de mediocridad, desubicación y cursilería. La jura de una heredera al trono exige una disertación superior a ese estilo flowerpower -hace meses aplaudido por su clac del Parlament balear- trufado de tópicos sobre cambio climático, respeto a la diversidad de lenguas o violencia de género (ella que ha perseguido el español en Baleares y ha ocultado los abusos a menores tuteladas), salpicado con citas ñoñas de poetas desconocidos de la España periférica que parecían “extraídas del muro de Instagram de una influencer jamaicana” (Jorge Bustos dixit), y acompañado por sus habituales alusiones -como referentes personales- a sus ilustres antecesores Peces-Barba o Félix Pons. Como si nombrar reiteradamente a Messi convirtiera en “Pichichi” de la Liga a un vulgar tuercebotas, o mencionar a Aristóteles o Platón transformara a cualquier indocumentado en catedrático de filosofía.
O Armengol atraviesa un mal momento personal o bastantes lameculos de Sa Roqueta la tenían manifiestamente sobrevalorada. Una cosa es repartir millones del presupuesto autonómico y zascas parlamentarios en prime time de IB3 -amparada por los medios y su variopinta coalición de gobierno- y otra, muy diferente, exhibir empaque político y categoría personal volando solita sobre las cumbres del Estado. Como tampoco resulta lo mismo golear en el Nou Camp d’Inca que salir ovacionado del Metropolitano o del Bernabéu. La mejor definición de su labor parlamentaria es que está convirtiendo en Demóstenes a su gris antecesora Meritxell Batet. Y ello revela un demérito insuperable.
PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 06 DE NOVIEMBRE DE 2023.
Por Álvaro Delgado Truyols
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