La inmigración masiva y descontrolada es un problema complejo que presenta escarpadas aristas en las que pocos medios y opinadores quieren entrar, contagiados de esa nefasta corrección política que impone el wokismo dominante para evitar molestas cancelaciones y facilitar el acceso a las prebendas que proporciona el poder. Pero aquí por un lado va la opinión de los medios -especialmente los de la izquierda oficial- y por otro la preocupación de la sociedad. Y eso es lo que está sucediendo estos primeros días del 2024 en la ciudad de Palma.
Categoría: Política Página 6 de 27
Juan Luis Cebrián, ex director de El País, y Arcadi Espada, columnista de El Mundo, debatieron hace poco en la sede de The Objective sobre la crisis de la prensa, que hoy vive tiempos turbulentos. La revolución digital en la que estamos inmersos, aún más trascendente que la invención de la imprenta según opinó Cebrián, ha desencadenado una competencia torrencial de las redes sociales, de forma que los medios de comunicación han dejado de ser la principal fuente de información de las personas en el siglo XXI.
La polarizada situación política de la España actual se parece a la de octubre de 1934, aunque sin tiros ni violencia física. En ese desafortunado año, el PSOE y la UGT, acompañados por PCE, CNT, FAI y los nacionalistas, se sublevaron en armas -principalmente en Asturias y Cataluña- contra el Gobierno de la Segunda República presidido por Alejandro Lerroux. La “idílica” democracia republicana, instaurada pacíficamente tras las elecciones municipales del 14 de abril de 1931 que supusieron el abandono de España del Rey Alfonso XIII, vino a ser saboteada por los principales partidos que contribuyeron a su creación, con un papel destacadísimo del PSOE de Largo Caballero e Indalecio Prieto, máximos responsables de la llamada “Revolución de Octubre”.
La imparable decadencia intelectual y moral de la sociedad española está alcanzando, a pasos agigantados, al tradicional ámbito de las felicitaciones de Navidad. Hoy parece constituir un problema, que altera sobremanera a los muchos “ofendiditos” que pululan de forma creciente por nuestro complejo mundo patrio, felicitar las fiestas navideñas con la reproducción de un nacimiento o con cualquier imagen religiosa que nos recuerde por estas fechas nuestro innegable origen cristiano.
El detallado retrato que el historiador romano Suetonio (“Vidas de los Doce Césares”, publicado hacia el año 121) nos dejó de la vida del emperador Calígula se compone de dos partes perfectamente diferenciadas. Y así las distingue su autor: “Hasta aquí Calígula como emperador; ahora debemos hablar de su carrera como un monstruo”.
Hoy tenemos que tratar del fascinante personaje llamado Félix Bolaños, correveidile multiusos -con aspecto de monaguillo recién levantado- que nos está proporcionando jornadas de gloria en varias recientes comparecencias públicas.
Siempre he observado con curiosidad la sumisión de juristas prestigiosos a muchos autócratas a lo largo de la historia. En contraste con el luminoso ejemplo de Cicerón, denunciando en el Senado romano -con sus Catilinarias y Filípicas– los abusos de los dictadores Catilina y Marco Antonio, me pregunto qué mecanismo psicológico, ideológico o social puede lograr que una mente jurídica formada, construida con estudios profundos y conocimientos legales consolidados, pueda prestarse a apoyar -muchas veces de forma incondicional- a despreciables tiranos autocráticos.
La reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de les Illes Balears que condena al magistrado Manuel Penalva, al fiscal anticorrupción Miguel Ángel Subirán y a varios policías nacionales del grupo de Blanqueo de Capitales a importantes penas de prisión (por obstrucción a la Justicia, coacciones y omisión del deber de perseguir filtraciones mediáticas) supondrá un antes y un después en la azarosa vida judicial de estas islas, y también en el delicado campo de la información periodística sobre asuntos de Tribunales. Y no es más que el aperitivo de lo que está por venir, pues las irregularidades del enrevesado “caso Cursach” han quedado expresamente excluidas del fallo judicial.
¿Qué sucedería en España si un hipotético gobierno de Vox hiciera lo mismo que Pedro Sánchez? ¿Cómo reaccionaría nuestra opinión pública si Santiago Abascal, intentando ser investido presidente del Gobierno, amnistiara a militares que hubieran dado un golpe de Estado, derogara su delito de sedición, les rebajara las penas por malversación respecto al dinero público malgastado, blanqueara crímenes del franquismo, consumara un asalto a la Justicia y los contrapoderes del Estado, colonizara con personas afines todas las instituciones y medios de comunicación, atacara a la Corona y despreciara a la oposición con siniestras risas de Joker impidiendo la alternancia democrática?
Mucha gente culpa a Pedro Sánchez de la quiebra de nuestro régimen constitucional, olvidando que nada podría decidir este personaje carente de escrúpulos sin el apoyo electoral de millones de españoles. Exactamente 7.760.970 compatriotas nuestros le dieron su voto en las elecciones generales celebradas el pasado 23 de julio. Y todos sabían bien para qué se lo daban. O deberían haberlo sabido.