Transcurridos ya unos días desde la manifestación promovida por la Obra Cultural Balear que llenó la Plaza Mayor de Palma, y visto el entusiasmo con que dicha movilización fue acogida por varios titulares de la prensa local, el tema merece algunas reflexiones pausadas. Porque ciertas cosas cuadran mal con el mensaje alarmista que muchos trataron de vendernos con notable precipitación.
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Queridas ovejas:
Vaya susto morrocotudo que os he dado. Ha sido desternillante ver vuestros balidos de pánico. Y yo cinco días sesteando en Moncloa, partiéndome la caja. Ya era hora de despertar a tanto blandengue en este rebaño centenario. Por fin habéis podido comprobar que la democracia soy yo. Que fuera del cobijo de vuestro pastor hace siempre un frío de cojones, como un invierno a la intemperie en Soria. Espabilad que, si queréis seguir comiendo y viviendo calentitas, os toca acatar y obedecer. No me toquéis los cataplines porque os dejo sin el aprisco y los verdes pastos que mi magnanimidad os garantiza.
Cuando los gobiernos de Zapatero y Sánchez aprobaron sus respectivas Leyes de Memoria Histórica (2007) y Memoria Democrática (2022) pretendieron crear una “versión oficial” sobre la Guerra Civil, erradicando bajo amenaza de sanciones cualquier narración alternativa. Debido a ellas, somos la única democracia del mundo que impone por Ley una lectura única y obligatoria de su propia historia.
Tommy Morrison fue un boxeador de los pesos pesados, fallecido por VIH en el año 2013, que se hizo famoso por aparecer junto a Sylvester Stallone en la película “Rocky V”. Norteamericano, blanco, de ascendencia escocesa, había adquirido notoriedad por amenazar el poderío de los púgiles de raza negra en la máxima categoría, llegando incluso a proclamarse campeón del mundo por la Organización Mundial de Boxeo derrotando al mítico George Foreman. Pero su carrera no llegó más lejos por tener lo que -en el argot pugilístico- se ha llamado siempre una “mandíbula de cristal”, pues cada golpe fuerte que recibía en la cara lo ponía al borde del KO.
Madeleine Albright, embajadora en Naciones Unidas y secretaria de Estado de los Estados Unidos bajo la presidencia de Bill Clinton, fue la primera mujer en dirigir la diplomacia de la mayor potencia mundial. Nacida en Praga, en el seno de una familia judía checoslovaca, tuvo que emigrar al Reino Unido huyendo de Hitler y luego a Estados Unidos huyendo de Stalin, tras haber retornado su familia unos años a su ciudad natal. Allí, en la tierra de la libertad, consiguió doctorarse en Columbia y, tras llamar la atención de un alto cargo del Gobierno (aparte de su brillantez intelectual y de su militancia feminista, hablaba inglés, checo, ruso, francés y polaco), prestó excelentes servicios durante toda su larga vida a la Administración demócrata norteamericana.
Con el apelativo mafioso de “Don Alvarone” se conoce en el mundillo judicial al actual Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz. Y ya pueden imaginar ustedes por qué. Un activista político disfrazado de jurista que ha batido todos los récords de vergonzosa sumisión al poder y absoluto desprestigio público de la delicada institución a la que representa.
A Narciso se le ha metido en la cabeza que el popular programa El Hormiguero de las noches de Antena 3 no le dora suficientemente la píldora. O que, aunque sea en tono de humor, le critica más veces de lo debido. Y ha ordenado a sus obedientes lacayos en RTVE que contraten La Resistencia de David Broncano -pagando 14 millones anuales de dinero público- para contraprogramar la influencia entre los jóvenes del programa de Pablo Motos. Así como suena, y con dos bemoles, Sánchez no soporta las críticas ni en los programas de entretenimiento. Y quiere financiarse una campaña publicitaria con el dinero que racanea a los enfermos de ELA.
Nadie en su sano juicio puede dudar de la genialidad inimitable del pueblo español. Descubridores de América, el Pacífico o Filipinas, inventores de la guerrilla, los tercios, el autogiro, el submarino, la paella, el gazpacho o la tortilla de patatas, exportadores de escritores, artistas y deportistas de reconocido talento mundial, siempre hemos sumado contribuciones exitosas a la historia de la humanidad.
La izquierda ha dispuesto siempre de voluntariosas cuadrillas de milicianos dispuestos a ejecutar sus trabajos sucios. Tipos menos ordenados que un ejército regular, caracterizados por su lealtad ideológica y su obediencia ciega a los intereses de la causa, prestos a chapotear en las pestilentes cloacas que sus líderes políticos necesitan controlar para ejercer el poder.
Ante la aprobación por el Congreso de los Diputados de la polémica Ley de Amnistía, y dada la confusión informativa -en muchos casos interesada- generada por los medios durante estos últimos meses, algunos amigos lectores me han solicitado que exponga mi opinión sobre esta materia. Aquí la tienen, con una advertencia preliminar. Resulta imposible no exponer un mínimo de razonamientos jurídicos en esta somera explicación. Lo intentaré con términos comprensibles para los no expertos en Derecho.