El maravilloso “Manual del perfecto idiota latinoamericano” (1996), escrito por tres destacados intelectuales de Iberoamérica -el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el cubano Carlos Alberto Montaner y el peruano Álvaro Vargas Llosa-, define detalladamente a la peculiar fauna política que ahora vamos a describir.
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Toda la vida pensando que vivíamos en un régimen de libertades y ha tenido que venir Pedro Sánchez a explicarnos que necesitamos regenerar nuestra democracia eliminando esa máquina del fango, periodística y judicial, que amenaza con sepultar su impoluto reinado progresista. Ahora resulta que nuestro principal problema nacional son los periodistas y los jueces que no se muestran dóciles al poder. Nunca le estaremos lo bastante agradecidos a este mesías inesperado con pinta de jefe de planta de El Corte Inglés. San Pedro ha llegado providencialmente a salvarnos, pese a que no todos hemos glosado con suficiencia sus innumerables méritos. La Historia guarda, sin duda, un deslumbrante rincón para su imperecedero legado democrático.
Marino Barbero fue un Catedrático de Derecho penal que ejerció como Magistrado en el Tribunal Supremo en la década de 1990, elegido por el cuarto turno. En junio de 1991 le correspondió la instrucción de un sumario sobre la corrupción del PSOE que, en tiempos de Felipe González, había montado un entramado de empresas (Filesa, Malesa, Time Export) para financiarse irregularmente a través de bancos y grandes corporaciones que, condicionadas por el enorme poder socialista, les contrataban informes y servicios ficticios que pagaban a precio de oro. Así llegaron al partido más de 1.000 millones de pesetas que destinaron a financiar sus exitosas campañas electorales.
Mi columna de la pasada semana, referida a la ejemplar reconciliación producida en Chile entre todos los representantes políticos tras el fallecimiento en trágico accidente del ex presidente Sebastián Piñera, dio lugar a interesantes reflexiones de algunos de mis lectores a través de las redes sociales. Varios comentaristas se preguntaban en qué somos tan diferentes los españoles a los habitantes de un país con el que presentamos muchos vínculos históricos, lingüísticos, culturales e incluso políticos (ambos vivimos en el siglo XX una dictadura militar).
El centroderechista Sebastián Piñera, dos veces presidente de Chile (2010-2014 y 2018-2022), falleció el pasado 6 de febrero al estrellarse -debido al mal tiempo- el helicóptero que él mismo pilotaba cerca de su casa en el Lago Ranco, situado al sur de su país. Los otros tres pasajeros de la aeronave, entre ellos una hermana del político, salvaron la vida lanzándose al lago mientras el piloto se hundió dentro de la cabina tratando de alejar las hélices del alcance de sus acompañantes.
Las vacaciones suelen proporcionarnos una visión más lenta de nuestra propia realidad cotidiana. Son como contemplar desde la quietud de un palco el acelerado mundo que nos rodea, o como bajarnos del tren que nos transporta a toda velocidad viendo cómo se aleja desde el andén.
Tras superar exitosamente quince años de calvario y una decena de causas judiciales, habiendo sufrido 169 portadas de “El País” -ese antiguo diario independiente de la mañana, hoy diario dependiente del cantamañanas- que pretendían liquidar su carrera política y su reputación personal, Francisco Camps, ex presidente de la Generalitat valenciana, a quien se acusaba de haber pagado con dinero público cuatro trajes de Milano, organizó una cena en el puerto de Valencia -que reunió a más de 600 personas- a la que no quiso acudir ni un solo dirigente del Partido Popular ni ningún alto cargo de la Generalitat.
Los comunistas acceden a veces a los gobiernos mediante las urnas, pero jamás los abandonan a causa de ellas. Así permanecieron 70 años en el poder en la URSS, y llevan 70 en Cuba, 50 en Corea del Norte o 25 en Venezuela. Ya lo explicó, con claridad meridiana, el líder del PSOE durante nuestra Segunda República Francisco Largo Caballero, afín a la revolución bolchevique, cuando dijo en la primavera de 1936: “La clase obrera debe adueñarse del poder político por cualquier medio, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y no ha de entregarlo voluntariamente…”.
La impactante película “Trece días”, protagonizada por Kevin Costner en el papel del jefe de gabinete de John Fitzgerald Kennedy durante la crisis de los misiles con Cuba en octubre de 1962, muestra la estresante tensión en la que vive cualquier Presidente de los Estados Unidos de América, en especial en momentos críticos como los que entonces amenazaron al país con desatar una guerra mundial, similares a los que ahora podemos estar viviendo en Ucrania o en Gaza con destacada participación bélica de recursos y armas europeas y norteamericanas.
Uno de los hechos más graves que he podido contemplar en más de treinta años de ejercicio jurídico es la colonización del Tribunal Constitucional para ser utilizado a la conveniencia particular de un gobernante autoritario y acosado familiarmente por temas de corrupción. La clave de bóveda de nuestro sistema político ha sido prostituida por el proxeneta Pedro Sánchez con el apoyo pasivo de la mitad de los españoles y la indecente colaboración de siete meretrices jurídicas presididas por la madame Cándido Conde-Pumpido, la mayoría de las cuales ocupó anteriormente altos cargos en gobiernos del PSOE. Aquí tienen ustedes los nombres para que integren el mausoleo nacional de la infamia: Inmaculada Montalbán (ex presidenta del Observatorio de Violencia de Género, y a la que Griñán concedió en 2012 la Medalla de Andalucía), María Luisa Balaguer (que también ocupó diversos cargos en la Junta de Andalucía de Chaves y Griñán), María Luisa Segoviano, Ramón Sáez (cercano a Podemos), Juan Carlos Campo (ex ministro de Justicia), Laura Díez (ex directora general en Moncloa).