“Vuelva usted mañana” es el título de un conocido artículo que publicó Mariano José de Larra el 14 de enero de 1833 en la revista satírica madrileña “El pobrecito hablador”, editada por él mismo. El artículo describe la peripecia de un ciudadano extranjero que cuenta a su conocido “Fígaro” (seudónimo del propio autor) su plan de cinco días para solucionar unos asuntos burocráticos y también visitar Madrid. Pese a las advertencias de su amigo de que ni en seis meses va a poder resolver todas sus gestiones, el visitante no le cree. Pero luego, cada vez que acude a realizar un trámite ante cualquier oficina, recibe la misma contestación: “vuelva usted mañana”. Transcurridos seis largos meses, el extranjero da la razón a “Fígaro” y vuelve contrariado a su país. La intención del artículo -que resulta de una actualidad extraordinaria- es mostrar la pereza y la ineficacia como vicios capitales característicos de los españoles.
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La elaboración por parte del Gobierno español, con la que está cayendo actualmente, de unos Presupuestos Generales para 2023 que -pese a la bajada del PIB- elevan el gasto público hasta límites insospechados y tunean las previsiones de ingresos del Estado, plantea el importante problema de la responsabilización patrimonial de los gobernantes por sus malos actos de gobierno.
Tal como Francis Fukuyama pronosticó el “Fin de la historia” tras acabar la Guerra Fría, yo les anticipo aquí una tragedia que se atisba en el horizonte: el fin de la prensa libre como contrapeso al poder político en la mayoría de las sociedades occidentales.
En la celebración del cuarenta aniversario de su ascenso al poder, el ex Presidente socialista Felipe González, escoltado en un atril por sus sucesores Zapatero y Sánchez, nos dejó esta sonora frase para la posteridad: “En democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad”.
El pasado 26 agosto El País titulaba a bombo y platillo que “Sánchez entra en campaña con 30 actos hasta final de año para recuperar el contacto directo con la calle y desenmascarar a Feijóo”. La noticia añadía a continuación que “Ministros y cargos del PSOE se multiplicarán con cientos de eventos en los que reivindicarán la gestión de la pandemia y los efectos de la guerra de Ucrania, en el arranque de un curso electoral con autonómicas, municipales y generales”. Y remataba diciendo: “el Presidente va a salir de las paredes habituales de La Moncloa y de su perfil meramente institucional para tener una relación directa y sin intermediarios con los ciudadanos”.
Los soeces cantos testosterónicos del estudiante mallorquín residente en el Colegio Mayor Elías Ahúja han constituido un excelente pretexto para que buena parte de la crispada sociedad española muestre, hiperventilando casi a coro, lo peor de sí misma.
La batalla sobre la renovación pendiente del Consejo General del Poder Judicial no es una discusión política más. Se trata de un asunto capital, que ha provocado la visita admonitoria del Comisario de Justicia de la Unión Europea, el belga Didier Reynders, quien echó la bronca por separado a ambos púgiles en combate -nuestros dos partidos mayoritarios- instando a que el sistema de elección de los jueces españoles se acomode de una vez a los estándares europeos.
Cuando los políticos populistas agotan sus escasos argumentos, cosa que sucede con notable frecuencia, acuden al recurso fácil de enfrentar a los ciudadanos para intentar mantenerse en el poder. Resucitar el odio entre españoles fue una consumada especialidad de Rodríguez Zapatero, a falta de talento para dirigir un país en crisis. Y, en los últimos tiempos, su heredero intelectual (perdonen el sarcasmo) Pedro Sánchez, viendo peligrar las encuestas y su coalición con Podemos y los diferentes partidos separatistas, está volviendo a las andadas con las Leyes de Memoria Democrática, Trans, de Bienestar Animal y del Aborto, o cualquier otro pretexto que polarice a la gente y la distraiga de analizar su gestión.
Agotado ya el intento de dividir a los ciudadanos entre “amigos de la ultraderecha” y “gente de progreso” -recuerden el uso machacón de la famosa foto de Colón-, la factoría Moncloa Producciones ha decidido fomentar otra división en la sociedad española. La próxima fractura social la van a protagonizar los españoles “ricos” enfrentados a los “pobres”. Porque, ante el desastre electoral que se les avecina, los gurús de Sánchez han decidido polarizar más a la gente intentando recortar las expectativas de quien crece en las encuestas ofreciendo moderación y buena gestión de los asuntos públicos.
¿Cómo serán los españoles del 2050? ¿Qué características personales, sociales, morales y políticas tendrán? Son preguntas bastante complejas aunque, viendo los cauces por los que discurre nuestra sociedad, podemos adivinar algunos rasgos que -de no operar antes el famoso péndulo de la historia- nos conducirán a una situación parecida a la siguiente.