La Ley de Memoria Democrática, aprobada en octubre de 2022, establece en su artículo 16.1 que “corresponderá a la Administración General del Estado la búsqueda de personas desaparecidas durante la Guerra y la Dictadura, sin perjuicio de las competencias de otras Administraciones públicas relacionadas con dicha actividad”. Dicho precepto legal responde a la loable pretensión de impulsar la búsqueda de víctimas desaparecidas desde nuestro conflicto civil, actividad que cualquier persona sensata considerará apropiada para reparar a las familias que aún desconocen el paradero de algunos seres queridos.
Categoría: Política Página 12 de 29
Todos conocemos la codicia y la desvergüenza características de la derecha española, que suele destinar los réditos de su apestosa corrupción política a comprar áticos carísimos y a depositar cantidades en Suiza. Ello contrasta con la generosidad histórica de nuestra izquierda nacional, siempre presta a auxiliar a los sectores desfavorecidos dedicando los fondos opacos de sus variados trapicheos políticos a una ingente labor social: mantener a flote -en las más duras épocas de crisis y pandemia- un sinfín de marisquerías, puticlubs y traficantes de droga. Su solidaria filosofía de vida se resume en que a los amigos que sueltan pasta nunca les falte de nada. Que se note por todo lo alto que se relacionan con gente de izquierdas.
En esta Comunidad Autónoma se recortan sistemáticamente las libertades de habitantes y visitantes. En todos los sectores de la actividad económica -y en múltiples aspectos de la vida cotidiana- vivimos una época de derechos menguantes y prohibiciones crecientes. Nuestras instituciones sólo cuidan a quienes viven de ayudas oficiales o del generoso erario público. Los demás, a pagar y a callar.
El veterano escritor Raúl del Pozo pronunció, en una reciente entrevista publicada por el diario El Mundo -mano a mano con el torero El Juli– la siguiente frase lapidaria: “El odio español es asombroso. Ya no hay guerras civiles en este país, pero no es por falta de ganas”. Y lo cierto es que lo clavó. Después del apacible paréntesis que supuso la Transición a la democracia tras la muerte de Franco, la llegada al Gobierno en el año 2004 de Rodríguez Zapatero desenterró los viejos rencores que el resabiado pueblo español había guardado -durante casi tres décadas- prudentemente en el desván.
Ha causado furor en la opinión pública la peripecia de un policía mallorquín llamado Dani, una especie de Lorenzo Llamas con porra y esposas, que se infiltró en los movimientos okupas e independentistas catalanes tratando de obtener información sensible sobre varios grupos antisistema, y que mantuvo entre 2020 y 2022 relaciones afectivo-sexuales con ocho activistas, cinco de las cuales le han denunciado al conocerse los hechos.
Poca gente conoce bien las vicisitudes que han vivido los movimientos nacionalistas desde su nacimiento en España, a finales del siglo XIX. El historiador vasco Juan Pablo Fusi, en su reeditada obra “La patria lejana”, cuenta cómo el nacionalismo constituyó una reacción romántica y autoritaria frente a los regímenes liberales del siglo XIX. Y añade que, ya bien entrado el siglo XXI, se ha producido un resurgimiento de muchos movimientos nacionalistas que nos deja en similar situación a la vivida en el pasado siglo, ya que los problemas de entonces parecen renacer tras el paréntesis de la Segunda Guerra Mundial y el esperanzador fenómeno de la unificación europea. La tesis central de la obra de Fusi es que el nacionalismo no es sólo un problema, ni tampoco un problema específico de España, sino que constituye una realidad histórica internacional. Y representa, sobre todo, una poderosa estrategia política para conseguir el poder.
Una de las obras de propaganda legislativa más aberrantes de la historia de España, la Ley Orgánica 10/2022 de 6 de septiembre, de Garantía Integral de la Libertad Sexual -conocida como Ley del “sólo sí es sí”– va a ser reformada por el Gobierno de Pedro Sánchez tras un fracaso que se concreta en más de 350 agresores sexuales liberados o rebajados en sus condenas a los pocos meses de su entrada en vigor. Y eso que no ha sucedido el drama más temido, la reincidencia como depredador sexual de algún excarcelado, cosa que difícilmente podrán evitar, aunque suspiran que suceda tras las elecciones.
En la tertulia deportiva de los lunes en COPE Baleares, a la que acudo regularmente (fui, durante años, accionista y Consejero del RCD Mallorca), comentamos la pasada semana un curioso problema típico del futbol español. El presentador del programa, el periodista deportivo Jordi Jiménez, nos aportó una demoledora estadística que demostraba que, en nuestra Liga, se producen -con una diferencia enorme, además- muchas más faltas, más amonestaciones, más expulsiones de jugadores y más interrupciones en el juego por caídas, simulaciones, revisión de jugadas o pérdidas de tiempo que en las otras Ligas europeas.
John Godfrey Sax, poeta estadounidense del siglo XVIII, acuñó una gráfica frase luego popularizada por el canciller alemán Bismarck: “Las leyes, como las salchichas, dejan de inspirar respeto cuando se sabe cómo están hechas”.
Los gobernantes mediocres suelen encubrir su incompetencia bajo capas de demagogia y autoritarismo. Y eso está sucediendo actualmente con la política de vivienda del Govern balear. Ello no significa que la política urbanística de anteriores Gobiernos hubiera sido mucho mejor. Casi todos se dedicaron con esmero a establecer limitaciones más que a idear soluciones, cosa que requiere menos ideología y un mayor grado de conocimiento, estudio comparado y habilidad legislativa.