Una de las paradojas del mundo moderno la representa el rotundo fracaso de las políticas radicales de izquierda pero el éxito de su discurso cultural. La izquierda -cuanto más extrema, peor- jamás arregla las desigualdades ni mejora la situación de los desfavorecidos. Suele arruinarlos a todos con su habitual dispendio económico, su típica voracidad tributaria, su nula capacidad de gestión y la consolidación de una casta gobernante que acumula todos los privilegios. Ejemplos como Cuba, Venezuela, Perú, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, México, Corea del Norte, o antiguos países del telón de acero como Bulgaria, Rumanía, Polonia, Hungría, Albania, Checoslovaquia y Yugoslavia son muestras palmarias de ese enorme fiasco social.
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No soy aún capaz de imaginar el Himalaya de mentiras que van a tener que soportar en el año electoral que se avecina. Vayan, pues, mentalizándose de que la incesante propaganda gubernamental les someterá a tal chaparrón de trolas que sólo conservarán su sano juicio si reúnen alguno de estos dos requisitos: tener un coeficiente intelectual ampliamente superior a la media o desconectarse drásticamente de la mayoría de medios y redes sociales.
“Éramos pocos y parió la abuela”, dice nuestro siempre sabio refranero popular. Por si no fuera suficiente con el calamitoso estado actual del mundo en que vivimos -guerra, pandemia, polarización social, caos energético y recesión económica desvelándonos día tras día- ahora nos toca soportar a una imberbe banda de gilipollas que, con la excusa del clima o la conservación de los recursos naturales, se dedica a emborronar con pintura o salsa de tomate las principales obras de arte que enorgullecen a la humanidad.
“Vuelva usted mañana” es el título de un conocido artículo que publicó Mariano José de Larra el 14 de enero de 1833 en la revista satírica madrileña “El pobrecito hablador”, editada por él mismo. El artículo describe la peripecia de un ciudadano extranjero que cuenta a su conocido “Fígaro” (seudónimo del propio autor) su plan de cinco días para solucionar unos asuntos burocráticos y también visitar Madrid. Pese a las advertencias de su amigo de que ni en seis meses va a poder resolver todas sus gestiones, el visitante no le cree. Pero luego, cada vez que acude a realizar un trámite ante cualquier oficina, recibe la misma contestación: “vuelva usted mañana”. Transcurridos seis largos meses, el extranjero da la razón a “Fígaro” y vuelve contrariado a su país. La intención del artículo -que resulta de una actualidad extraordinaria- es mostrar la pereza y la ineficacia como vicios capitales característicos de los españoles.
La elaboración por parte del Gobierno español, con la que está cayendo actualmente, de unos Presupuestos Generales para 2023 que -pese a la bajada del PIB- elevan el gasto público hasta límites insospechados y tunean las previsiones de ingresos del Estado, plantea el importante problema de la responsabilización patrimonial de los gobernantes por sus malos actos de gobierno.
Tal como Francis Fukuyama pronosticó el “Fin de la historia” tras acabar la Guerra Fría, yo les anticipo aquí una tragedia que se atisba en el horizonte: el fin de la prensa libre como contrapeso al poder político en la mayoría de las sociedades occidentales.
En la celebración del cuarenta aniversario de su ascenso al poder, el ex Presidente socialista Felipe González, escoltado en un atril por sus sucesores Zapatero y Sánchez, nos dejó esta sonora frase para la posteridad: “En democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad”.
El pasado 26 agosto El País titulaba a bombo y platillo que “Sánchez entra en campaña con 30 actos hasta final de año para recuperar el contacto directo con la calle y desenmascarar a Feijóo”. La noticia añadía a continuación que “Ministros y cargos del PSOE se multiplicarán con cientos de eventos en los que reivindicarán la gestión de la pandemia y los efectos de la guerra de Ucrania, en el arranque de un curso electoral con autonómicas, municipales y generales”. Y remataba diciendo: “el Presidente va a salir de las paredes habituales de La Moncloa y de su perfil meramente institucional para tener una relación directa y sin intermediarios con los ciudadanos”.
Los soeces cantos testosterónicos del estudiante mallorquín residente en el Colegio Mayor Elías Ahúja han constituido un excelente pretexto para que buena parte de la crispada sociedad española muestre, hiperventilando casi a coro, lo peor de sí misma.
La batalla sobre la renovación pendiente del Consejo General del Poder Judicial no es una discusión política más. Se trata de un asunto capital, que ha provocado la visita admonitoria del Comisario de Justicia de la Unión Europea, el belga Didier Reynders, quien echó la bronca por separado a ambos púgiles en combate -nuestros dos partidos mayoritarios- instando a que el sistema de elección de los jueces españoles se acomode de una vez a los estándares europeos.