Esta columna va dedicada a la memoria de mi tía Gloria Erasmo, una de mis más fieles lectoras y comentaristas.
Nunca alcancé a imaginar que el desempeño de un cargo político pudiera producir tan serios estragos en profesionales con una acreditada reputación. Algo que sí podría esperarse de esos abundantes mindundis que jamás han ganado un dónut lejos del calor de su partido, quienes jamás decepcionan a nadie pues nadie esperaba de ellos más que obediencia y sumisión. Pero no era algo previsible en un antiguo Magistrado de la Audiencia Nacional, con importantes méritos reconocidos en la compleja lucha contra ETA.