El centroderechista Sebastián Piñera, dos veces presidente de Chile (2010-2014 y 2018-2022), falleció el pasado 6 de febrero al estrellarse -debido al mal tiempo- el helicóptero que él mismo pilotaba cerca de su casa en el Lago Ranco, situado al sur de su país. Los otros tres pasajeros de la aeronave, entre ellos una hermana del político, salvaron la vida lanzándose al lago mientras el piloto se hundió dentro de la cabina tratando de alejar las hélices del alcance de sus acompañantes.
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Dos percepciones sensoriales resumen de forma precisa los mejores ratos de ocio de mi vida ya veterana: el olor a hierba cortada bajo unas botas de tacos y el calor de un pantalán portuario en las plantas de mis pies descalzos. El fútbol y el mar, cada uno en diferentes momentos y con variados partícipes y acompañantes, constituyen parte esencial de mi memoria vital.
Uno de los hechos más graves que he podido contemplar en más de treinta años de ejercicio jurídico es la colonización del Tribunal Constitucional para ser utilizado a la conveniencia particular de un gobernante autoritario y acosado familiarmente por temas de corrupción. La clave de bóveda de nuestro sistema político ha sido prostituida por el proxeneta Pedro Sánchez con el apoyo pasivo de la mitad de los españoles y la indecente colaboración de siete meretrices jurídicas presididas por la madame Cándido Conde-Pumpido, la mayoría de las cuales ocupó anteriormente altos cargos en gobiernos del PSOE. Aquí tienen ustedes los nombres para que integren el mausoleo nacional de la infamia: Inmaculada Montalbán (ex presidenta del Observatorio de Violencia de Género, y a la que Griñán concedió en 2012 la Medalla de Andalucía), María Luisa Balaguer (que también ocupó diversos cargos en la Junta de Andalucía de Chaves y Griñán), María Luisa Segoviano, Ramón Sáez (cercano a Podemos), Juan Carlos Campo (ex ministro de Justicia), Laura Díez (ex directora general en Moncloa).
En un acertado artículo, titulado “Fútbol y filigranas intelectuales”, explicaba Laura Miró como el intelectualismo, desde su permanente superioridad moral, siempre ha despreciado ese deporte en el que “veintidós jugadores corren en paños menores detrás de una pelota”. Y añadía que ese desprecio se había transformado, durante la reciente Eurocopa de Alemania, en una alarmante politización, con la intervención incesante de personajes -tanto políticos como comunicadores- que han tratado de arrimar actuaciones de equipos o declaraciones de jugadores a sus intereses particulares del momento.
Coincidiendo con informaciones publicadas sobre su esposa Begoña Gómez y su hermano David Sánchez, imputados por diversos delitos y sometidos a investigación judicial, nuestro presidente del Gobierno ha anunciado una propuesta de “regeneración democrática” para “acabar con la impunidad de algunos pseudomedios financiados por la ultraderecha de PP y Vox”. Ello significa que pretende limitar la libertad de prensa acallando a los medios críticos que ejercen la sagrada función de fiscalizar el ejercicio del poder.
Muchos españoles están demostrando tener escasas facultades críticas y una memoria altamente selectiva. Se nota que en nuestras escuelas se dice a los chavales que allí van a jugar y a despertar sus emociones, demonizando el mérito y el esfuerzo. Así acabarán tragándose cualquier mensaje propagandístico que manipule su percepción de las cosas y sus mentes en formación.
La semana pasada comenté algunas paradojas de la manifestación “Sí a la llengua” promovida por la Obra Cultural Balear en la Plaza Mayor de Palma. Expliqué como los símbolos utilizados, la actividad habitual de la entidad promotora, algunos amenazadores titulares de prensa, las inexplicables subvenciones concedidas por el PP y la actitud de la comunidad educativa encajaban bastante mal con ese relato victimista de la “lengua atacada” y el “odio a nuestra lengua”. Hoy quiero exponer algunas reflexiones adicionales para que todos puedan desenmascarar ese bulo estratosférico -que ya dura varias décadas- de que parte de la sociedad balear odia la lengua catalana.
Transcurridos ya unos días desde la manifestación promovida por la Obra Cultural Balear que llenó la Plaza Mayor de Palma, y visto el entusiasmo con que dicha movilización fue acogida por varios titulares de la prensa local, el tema merece algunas reflexiones pausadas. Porque ciertas cosas cuadran mal con el mensaje alarmista que muchos trataron de vendernos con notable precipitación.
Cuando los gobiernos de Zapatero y Sánchez aprobaron sus respectivas Leyes de Memoria Histórica (2007) y Memoria Democrática (2022) pretendieron crear una “versión oficial” sobre la Guerra Civil, erradicando bajo amenaza de sanciones cualquier narración alternativa. Debido a ellas, somos la única democracia del mundo que impone por Ley una lectura única y obligatoria de su propia historia.
Tommy Morrison fue un boxeador de los pesos pesados, fallecido por VIH en el año 2013, que se hizo famoso por aparecer junto a Sylvester Stallone en la película “Rocky V”. Norteamericano, blanco, de ascendencia escocesa, había adquirido notoriedad por amenazar el poderío de los púgiles de raza negra en la máxima categoría, llegando incluso a proclamarse campeón del mundo por la Organización Mundial de Boxeo derrotando al mítico George Foreman. Pero su carrera no llegó más lejos por tener lo que -en el argot pugilístico- se ha llamado siempre una “mandíbula de cristal”, pues cada golpe fuerte que recibía en la cara lo ponía al borde del KO.