Los soeces cantos testosterónicos del estudiante mallorquín residente en el Colegio Mayor Elías Ahúja han constituido un excelente pretexto para que buena parte de la crispada sociedad española muestre, hiperventilando casi a coro, lo peor de sí misma.
Autor: Álvaro Delgado Truyols Página 14 de 30
La batalla sobre la renovación pendiente del Consejo General del Poder Judicial no es una discusión política más. Se trata de un asunto capital, que ha provocado la visita admonitoria del Comisario de Justicia de la Unión Europea, el belga Didier Reynders, quien echó la bronca por separado a ambos púgiles en combate -nuestros dos partidos mayoritarios- instando a que el sistema de elección de los jueces españoles se acomode de una vez a los estándares europeos.
Cuando los políticos populistas agotan sus escasos argumentos, cosa que sucede con notable frecuencia, acuden al recurso fácil de enfrentar a los ciudadanos para intentar mantenerse en el poder. Resucitar el odio entre españoles fue una consumada especialidad de Rodríguez Zapatero, a falta de talento para dirigir un país en crisis. Y, en los últimos tiempos, su heredero intelectual (perdonen el sarcasmo) Pedro Sánchez, viendo peligrar las encuestas y su coalición con Podemos y los diferentes partidos separatistas, está volviendo a las andadas con las Leyes de Memoria Democrática, Trans, de Bienestar Animal y del Aborto, o cualquier otro pretexto que polarice a la gente y la distraiga de analizar su gestión.
Agotado ya el intento de dividir a los ciudadanos entre “amigos de la ultraderecha” y “gente de progreso” -recuerden el uso machacón de la famosa foto de Colón-, la factoría Moncloa Producciones ha decidido fomentar otra división en la sociedad española. La próxima fractura social la van a protagonizar los españoles “ricos” enfrentados a los “pobres”. Porque, ante el desastre electoral que se les avecina, los gurús de Sánchez han decidido polarizar más a la gente intentando recortar las expectativas de quien crece en las encuestas ofreciendo moderación y buena gestión de los asuntos públicos.
¿Cómo serán los españoles del 2050? ¿Qué características personales, sociales, morales y políticas tendrán? Son preguntas bastante complejas aunque, viendo los cauces por los que discurre nuestra sociedad, podemos adivinar algunos rasgos que -de no operar antes el famoso péndulo de la historia- nos conducirán a una situación parecida a la siguiente.
William Levy es el protagonista masculino de la telenovela de Netflix “Café con aroma de mujer”, que ha arrasado en España y en muchos de países de habla hispana. El actor, que crea pasiones allá donde va, nació en Cuba. Y fue el invitado de Pablo Motos en “El hormiguero”, en una entrevista que se ha reemitido hace unos días, en la que tuvo que reforzarse la seguridad ante la avalancha de fans que querían acercarse a su atractivo ídolo televisivo.
Si alguno albergaba dudas sobre lo que realmente significa tener a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, seguro que las aclaró tras la masterclass del pasado martes, en el “debate” que sostuvo en el Senado con Alberto Núñez Feijóo bajo la excusa de la crisis energética.
Nuestro actual poder legislativo, en la línea que nos marca el proceder general del tipo que preside el Gobierno de nuestro país, hace habitualmente su trabajo con trampas. La conocida aversión biológica de Pedro Sánchez a decir la verdad, puesta de manifiesto en infinidad de declaraciones públicas recogidas por la hemeroteca, la traslada también -cómo no- a la copiosa producción legislativa promovida por su turbulento gabinete Frankenstein.
Está siendo noticia en la prensa mallorquina la proyectada reforma del Govern Balear de subir el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales a un tipo del 12% para las compras de inmuebles usados superiores a 3 millones de euros, medida que parece estar contemplada en los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para el año 2023.
Una de las polémicas del verano, alimentada por los muchachos de Podemos, ha sido la crítica a Felipe VI por no levantarse al paso de una espada de Simón Bolívar, exhibida en la toma de posesión del nuevo mandatario de Colombia. Lo cierto es que el desfile de la espada no figuraba en el protocolo oficial, y fue algo improvisado que decidieron sobre la marcha los asesores del flamante presidente Gustavo Petro, antiguo militante del movimiento guerrillero M-19. Y da la casualidad de que, entre dichos asesores a sueldo -ya presentes desde la previa campaña electoral-, se encontraban los omnipresentes Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias. Que no se pierden una en la que se manejen hilos y se repartan dólares. Y además se trate de desprestigiar al máximo representante de la democracia española.