Una de las primeras fotografías que conocimos de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno ya delataba su talante personal y político. Se trataba de una instantánea -muy difundida en medios de comunicación y redes sociales- que alguien del equipo de Moncloa le había tomado viajando en el Falcon presidencial. En ella, Sánchez, emulando al JFK de los buenos tiempos -aunque con bastante más cara de chuloputas de Usera que de pijo sesentero de Hyannis Port- posaba muy serio sentado en el avión, vistiendo camisa blanca con corbata azul marino y gafas de sol, y simulaba trabajar sobre la mesa abierta de su mullido asiento portando unos papeles y un bolígrafo en la mano derecha.
La imagen reflejaba, por supuesto, una completa representación teatral. ¿Ustedes conocen a alguien que estudie o repase documentación con cara de perdonavidas, mirando al tendido y con las Ray Ban puestas? Aunque sus asesores trataban de transmitir todo lo contrario, esa era la foto de un impostor obsesionado por la imagen, la representación fehaciente de un propagandista obsesivo y de un farsante integral. Y es así, exactamente así, como ha dirigido el país en estos cinco largos años. Todo en él ha sido impostado, despótico, polarizador, narcisista, chulesco y propagandístico.
Lo que mucha gente no ha entendido aún es que Sánchez carece de escrúpulos y empatía, pero sobre todo de ideología. Él, que provenía del ala liberal-socialdemócrata del PSOE y fue criado a los pechos europeos de Carlos Westendorp, abandonó de la noche a la mañana su origen ideológico para echarse en manos de la izquierda radical. Su única idea conocida desde entonces ha sido su propia supervivencia política. Alargar en lo posible su permanencia en el poder aunque tuviera que mentir, engañar o llegar a acuerdos con quienes quieren desintegrar España o con el Rey de Marruecos, sometiendo a la voluntad del sultán -sin convocar al Parlamento ni al Consejo de Ministros- la postura que España había mantenido sobre su antigua colonia saharaui por más de cuarenta años. ¿Qué habían conseguido averiguar en su teléfono móvil?
Por eso Sánchez no ha tenido empacho alguno, tras ver el revolcón que los españoles le proporcionaron el pasado 28 de mayo, en convocar elecciones en plenas vacaciones de verano, ni en hacerse públicamente una enmienda a la totalidad e impugnar, durante más un mes, toda su obra pasada: el sanchismo. Cualquiera que le haya escuchado durante esta campaña electoral habrá visto un Sánchez diferente. También impostado, como suele serlo todo en él, pero haciendo una pirueta espectacular. Ahora critica a los Ministros de Podemos como culpables de su escasa popularidad, y añade que él es una víctima de la derecha mediática y nunca nos ha mentido. Simplemente ha cambiado de opinión.
El balance del próximo perdedor de las elecciones generales es bastante desastroso. Deja tras él una larga ristra de embustes (empezando por pactos que nunca iba a realizar: Podemos, ERC y Bildu), una manera crispada y chulesca de ejercer el poder y relacionarse con la oposición, una perversión absoluta del sistema legislativo y judicial, una grosera colonización de todas las instituciones del Estado, un rechazo generalizado de la población española hacia su persona (hace tiempo que no puede salir a la calle) y una legislación caótica que incluye indultos a golpistas, rebajas de penas a voluntad de sediciosos y malversadores, liberación de abusadores sexuales, una memoria histórica sectaria y maniquea, y la posibilidad de que los menores se mutilen los genitales prescindiendo de sus padres. Un repóker de campeonato.
Su condición de trilero de la política la ha acreditado también en la manipulación de los datos oficiales. Como gestionar bien no es su fuerte, y además ha estado acompañado por bastantes Ministros inútiles, decidió falsear maquiavélicamente los números del país. Y así, al no ofrecer nuestra economía un panorama alentador, cesó al Presidente del INE y nombró a otro que edulcorara los datos macroeconómicos. Y, como no le gustaban las cifras del paro, decidió manipular las categorías de desempleados creando los “fijos discontinuos” y camuflando bajo esa denominación a la mayoría de parados habituales. También, temiéndose la imparable decadencia demoscópica del PSOE, colocó en el CIS a Tezanos para que le cocinara los pronósticos electorales. Todo con un chorro de dinero público exclusivamente destinado a engañar a los ciudadanos.
En las últimas semanas ha protagonizado una ronda mediática por lugares incómodos a los que siempre rechazaba acudir (Alsina, Pablo Motos, Ana Rosa) intentando victimizarse y engañarnos otra vez. Hasta que, en el debate televisivo, le explotó la contundencia y serenidad de un rival adulto como Feijóo en todos los morros. La experiencia de ser gobernados por un farsante debería servirnos para que esto no nos vuelva a suceder. Muchos pensaron que la futilidad de Zapatero sería difícilmente repetible. Ojito que el PSOE siempre se supera.
P.D. Sánchez nunca ha sabido debatir. No soporta que le rebatan ni le lleven la contraria. Sus sonrisas y muecas forzadas le delatan. Él sólo sabe hacer mítines, con réplica diferida y hablando más tiempo que los demás. Por eso interrumpe constantemente y, cuando ha estado en igualdad de condiciones, se ha llevado el revolcón que su infinita soberbia merecía.
PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 17 DE JULIO DE 2023.
Por Álvaro Delgado Truyols
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