Trabajar para un líder político es algo bastante ingrato. Cuando dejas de resultarle útil no suele tener empacho en rebanarte la cabeza. O en pedirte que te la cortes tú, lo que produce efectos parecidos, aunque añade algún sueldito o prebenda para agradecer los servicios prestados. En las habituales ejecuciones sumarias tan frecuentes en la vida política no valen sentimentalismos, pasando las viejas lealtades pronto a ocupar su sitio en el olvidado baúl de los recuerdos.

Pedro Sánchez acaba de soltar lastre forzando algunas dimisiones. Primero, la de la vicesecretaria general del PSOE, en una maniobra que podríamos denominar soltar Lastra. Una inicial portavoz parlamentaria -luego sustituida por Héctor Gómez– que le acompañaba desde 2017, y a la que tenía ya exprimida como un limón. De origen humilde, carente de estudios, de vieja familia republicana y criada desde joven en el aparato del PSOE asturiano, llegó a Madrid con ganas de quemar iglesias y ahuyentar fachas cuando hacía ya más de 70 años que la guerra había acabado. Una ocasión perdida que le obligó a un reciclaje forzoso, pasando a zurrar con palabras a los diferentes rivales de su líder.

El mayor mérito de Adriana Lastra fue arrimarse a un desconocido Sánchez cuando, en 2016, fue expulsado de la Secretaría General de su partido y empezó a recorrer España a lomos de un Peugeot 407. Desde entonces, la asturiana encontró su lugar en política dedicándose a la dura descalificación verbal de todo rival al que su jefe se enfrentara, traspasando con habitualidad los límites de la vergüenza ajena. Y encarnando a la perfección ese prototipo españolísimo de personaje público que confunde elegancia y educación con debilidad o falta de convicción. Porque toda su estrategia pública se resume en manifestar su desprecio al adversario. Recordemos su intervención tras la reciente victoria de Juanma Moreno en las elecciones andaluzas, en la que sorprendentemente atribuyó el triunfo del PP al dinero invertido en Andalucía por el Gobierno central, omitiendo la felicitación al vencedor típica de estas ocasiones. Presa de la rabia, parecía insultar al pueblo andaluz por no haber votado lo que ella quería. Justo la némesis de lo que había representado en su día la también cesada Cayetana Álvarez de Toledo, tanto en finezza discursiva como en cortesía parlamentaria, formación intelectual o nivel cultural. En resumen, una Doctora Lobo al servicio de Míster Sánchez.

Un día más tarde del adiós de Lastra se conoció también la dimisión de la polémica Dolores Delgado, mujer que reunió el dudoso honor de ser la Ministra menos apreciada desde la Transición (hasta en 3 ocasiones fue reprobada por las Cortes), y que pasó, sin solución de continuidad, de desempeñar la cartera de Justicia a dirigir la Fiscalía General del Estado, en una decisión política carente de precedentes en todas las democracias occidentales. Pareja del ex juez Baltasar Garzón -viejo aliado de Sánchez y del juez José Ricardo de Prada en las turbias maniobras judiciales que prepararon la moción de censura contra Rajoy– alcanzó la cúpula de la Fiscalía sin tener la condición de Fiscal de Sala ni reunir las condiciones técnicas ni de prestigio mínimas para ello, lo que fue duramente criticado por las asociaciones de fiscales.

Luego, en el desempeño de su cargo, ha estado perfectamente al nivel que su mediocridad, su entorno y su sectarismo hacían esperar de ella, puesto de manifiesto en su política de nombramientos y postergaciones, en los expedientes disciplinarios abiertos y en la politización máxima de la institución, favoreciendo descaradamente los intereses de la minoritaria Unión Progresista de Fiscales.

Estas dos “dimisiones” promovidas entre bambalinas por nuestro Presidente sin escrúpulos ponen de manifiesto que, para los duros tiempos que se avecinan, Pedro Sánchez necesita a su alrededor más fino bisturí y menos martillo pilón. O sea, más habilidad y recursos que los toscos mandobles y las estériles polémicas que le proporcionaban la mamporrera de Ribadesella y la novia de Garzón. Que han encontrado en su reciente embarazo y en una operación de espalda el pretexto perfecto para justificar su adiós. Aunque a ver qué piensan de ello sus simpáticas amigas feministas, pues nada les impediría cogerse una baja temporal. Porque Lastra mantiene el escaño y los 70.000 euros de salario, y Delgado será pronto colocada en una nueva Fiscalía de Sala de Memoria Democrática. En el extraño mundo de la política existen incapacidades de quita y pon.

El intranquilo Sánchez se ha cepillado en este último año a todos quienes le ayudaron a alcanzar el poder. Ha caído íntegramente el “triángulo de las neuronas” (Ábalos, Calvo y Lastra), también Delgado y el gurú Iván Redondo. Y se esperan más cambios en el partido, el Gobierno y el grupo parlamentario. Todo por buscar culpas ajenas, y no saber reconocer que a quien no quieren los españoles es a él.

PUBLICADO ORIGINARIAMENTE EN MALLORCADIARIO.COM EL 25 DE JULIO DE 2022.

Por Álvaro Delgado Truyols