La contundente victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas debería obligar a los medios españoles a realizar una profunda reflexión. Desde la aparición de la sonriente Kamala Harris y la renuncia del deteriorado Joe Biden a la candidatura demócrata hemos vivido un chorreo generalizado de fascinación por la política izquierdista que ha impedido valorar de forma precisa -como las urnas acaban de demostrar- el pulso real de la sociedad norteamericana.

Les reconozco que no me gusta Donald Trump. Y no tanto por sus difusas ideas políticas, muchas difícilmente entendibles fuera de los Estados Unidos de América, como por su falta de respeto a las instituciones y esa antipática personalidad que impregna todo lo que hace, la del rudo personaje sobrado, autoritario y faltón prototipo del nuevo rico norteamericano. Algo que puede proporcionarle simpatías en un lugar que valora a los triunfadores hechos a sí mismos, pero que en países como el nuestro solo consigue hundirle más en la pésima consideración que tiene de él la opinión pública mayoritaria.

Pero tampoco me gustaba nada Kamala Harris. Bajo esa apariencia de simpatía, carcajadas y afabilidad -que encubre una ausencia pavorosa de fuste político- se camufla una política inconsistente y escasamente preparada que ha aprovechado una oportunidad caída del cielo por sobrevenidas circunstancias favorables: sustituta de un candidato senil incapacitado para el cargo; rival de un machista prepotente que cae mal a buena parte del mundo occidental; dueña de una combinación racial -medio india, medio negra- atractiva para los poderosos medios woke; representante de un pijo-progresismo que triunfa en influyentes sectores norteamericanos (Hollywood, Manhattan, la industria armamentística y Silicon Valley). Su falta de talla y tirón pueden ustedes comprobarla viendo como el último tramo de la campaña electoral ha tenido que hacérselo, a marchas forzadas, el carismático matrimonio Obama.

Ese enamoramiento de Kamala Harris ha llevado a muchos medios españoles a sobrevalorar sus expectativas electorales y a no contarnos crudas verdades sobre ella. David Alandete, corresponsal de ABC en Washington y autor de libros interesantes sobre política norteamericana y sus conexiones europeas (“La trama rusa”), ha comentado que sabemos todo sobre la vida de Trump pero nos han ocultado casi todo sobre la de Kamala: la prolongada relación de su primer marido con su niñera, su polémico e interesado affaire a los 29 años con el alcalde demócrata de San Francisco Willie Brown de más de 60, las acusaciones de plagio en su libro publicado en 2009, o las abundantes denuncias sobre su mal carácter y el ambiente tóxico en su oficina de la Vicepresidencia norteamericana, con numerosos despidos y dimisiones en los últimos cuatro años.

Sorprende que la primera potencia mundial -335 millones de habitantes- no presente dos candidatos mejores. Pero resulta evidente que muchos periodistas españoles no tienen ni pajolera idea de lo que sienten un granjero de Ohio o un mecánico de Nebraska. Piensan que USA es lo que vieron visitando Los Angeles o Nueva York, y solo se informan espigando sus mayoritarios medios de izquierdas. Aunque ya advirtió en este digital el diplomático Inocencio Arias sobre una posible victoria de Trump.

Toda esta compleja situación puede también contemplarse de forma inversa. Muchos norteamericanos odian a nuestros dos últimos presidentes socialistas. A Zapatero por no levantarse al paso de la bandera estadounidense en el desfile de las Fuerzas Armadas de 2003, y a Sánchez por aliarse para formar Gobierno con comunistas fervientemente antiamericanos. Filias y fobias aparte, no sabemos si los estadounidenses se han equivocado eligiendo a Donald Trump. Pero nada pueden reprocharles quienes tuvieron los santos bemoles de hacer presidente a Pedro Sánchez.

PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 11 DE NOVIEMBRE DE 2024.

Por Álvaro Delgado Truyols