Nadie en su sano juicio puede dudar de la genialidad inimitable del pueblo español. Descubridores de América, el Pacífico o Filipinas, inventores de la guerrilla, los tercios, el autogiro, el submarino, la paella, el gazpacho o la tortilla de patatas, exportadores de escritores, artistas y deportistas de reconocido talento mundial, siempre hemos sumado contribuciones exitosas a la historia de la humanidad.
La última de todas ellas fue celebrar unas elecciones para que nos gobierne un delincuente huido de España en el maletero de un coche que vive como un rey en Waterloo. Tratando de evitar la catástrofe planetaria de que Abascal pudiera ser vicepresidente o ministro de Agricultura, adoptamos la modélica precaución de entregar el poder del Estado a Puigdemont. Ante el miedo hipotético a que unos ultras cavernícolas pudieran privarnos de algunos derechos -algo que no ha sucedido en ninguna Autonomía en la que gobiernan- elegimos la solución progresista de poner nuestro Gobierno en manos de quien los había vulnerado todos. A ver quién tiene pelotas para discutir nuestra incomparable genialidad democrática.
Cuando Sánchez dijo a Rajoy en 2018 que “gobernar no es vivir en La Moncloa” solo anticipó su venidera situación, aunque ahora experimentemos el enésimo de sus “cambios de opinión”. Las últimas elecciones generales se celebraron el 23 de julio de 2023 (han pasado desde entonces casi nueve meses), Sánchez logró ser investido presidente del Gobierno el 16 de noviembre de 2023 (han transcurrido ya casi cinco meses), y todavía no ha podido empezar a gobernar, teniendo totalmente abandonada la gestión ordinaria de los asuntos de los españoles. Solo ha podido aprobar la polémica Ley de Amnistía porque era condición ineludible para poder ser investido con los siete votos de Junts, aunque ha tenido que renunciar hasta a presentar los Presupuestos Generales de 2024 por miedo a no poderlos aprobar tras la convocatoria de elecciones catalanas.
La consecuencia del empecinamiento en vivir en Moncloa sin poder realmente gobernar es que el actual Gobierno de España carece de unas cuentas públicas actualizadas (vive con los anteriores presupuestos prorrogados), no puede destinar dinero a nuevas partidas o necesidades públicas perentorias, no puede atender las exigencias urgentes del país o de la Unión Europea (por ejemplo, aumentar el gasto en Defensa como están haciendo todos tras las amenazas de Putin y el riesgo de reelección de Trump), no puede prestar ayuda militar efectiva a Ucrania, o no puede destinar más recursos a gestionar las crecientes invasiones de pateras. Entre muchas otras cosas imprescindibles en este complejísimo año 2024.
Mientras tanto Sánchez, acosado por la corrupción, se dedica a construir una realidad alternativa (la “reconciliación” catalana, los “pellets” gallegos, el novio de Ayuso, la mujer de Feijóo) para camuflar su incompetencia absoluta y mantenerse blindado en el poder. Resumió acertadamente Jorge Bustos que “a falta de principios que mantener, de ideas para dirigir y de escaños con los que legislar, Pedro se fue especializando en la producción febril de relatos que ocuparan el vacío dejado por la gestión”.
P.D.: El periodista catalán Miquel Giménez, que conoce a Puigdemont desde antes de ser Alcalde de Girona, dijo de él que “era básicamente una persona acomplejada”. Sánchez ha hecho del acomplejado un estadista mundial….
PUBLICADO EN MALLORCADIARIO.COM EL 01 DE ABRIL DE 2024.
Por Álvaro Delgado Truyols
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